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  • La Venus de Milo: la mujer mutilada

Suele adornarse a Grecia con las virtudes de la razón y la democracia. Pudo ser así en muchos casos para los hombres, siempre que fuesen libres y ricos, pero no fue una democracia para las mujeres, que pasaban de la tutela de sus padres a la de sus maridos y vivían una situación de inferioridad y dependencia económica: no podían heredar las propiedades de su padre salvo que no existiera un hermano masculino, pues, de haberlo, él era el heredero. Las mujeres podían seducir con su belleza, enamorar a los hombres, inspirar a los poetas, hasta cierto punto, pues estaban confinadas en el ámbito doméstico y el amor apasionado era un tema que los hombres resolvían entre sí. Incluso su papel en la concepción fue desvirtuado. Si la Biblia hace nacer a la mujer del hombre, y no al revés, los griegos consideraban que eran ellos y no las mujeres quienes proporcionaban el alma a sus hijos. El Génesis hace a Eva responsable del pecado original; en Grecia el mito de Pandora la considera causante de todos los males que afligen al mundo. Ella, movida por su curiosidad, abrió la caja donde se ocultaban todas las desdichas, que desde entonces campan por todas partes.

Lo que admiramos en la Venus de Milo tiene poco o nada que ver con la escultura original. Las esculturas griegas estaban pintadas y el tiempo las ha convertido en una pálida imagen que hubiera desagradado a los griegos, que concedían mucha importancia a que el escultor consiguiese pintar la escultura con colores semejantes a los de la carne. Hoy, esas esculturas, incluida la Venus de Milo, son un pálido reflejo de las esculturas originales, coloreadas, que ahora nos desagradarían; incluso les pintaban los ojos y los labios. Si los turistas que se ven deslumbrados ante la Venus de Milo la viesen tal como era, coloreada, experimentarían estupor y rechazo. Esa Venus coloreada nos parecería kitsch, como la actual desagradaría a los griegos clásicos.

La Venus de Milo fue descubierta en 1820 durante las excavaciones que el arqueólogo Olivier Voutier realizaba en el teatro de Plakas. Tras arduas negociaciones con el gobierno otomano, al que entonces pertenecía la isla de Milos, Francia adquirió la estatua por 750 francos y Venus viajó a París en una operación dedicada a enaltecer el orgullo nacional. Empezó el mito de la Venus de Milo, a la que hubo que reconstruir la nariz, la cintura, el pezón izquierdo y el labio inferior. En el Louvre queda poco de la Venus original, que ha sufrido varias restauraciones; en una de ellas se le añadieron un zócalo rectangular, la nariz, el pie izquierdo y el dedo gordo del pie derecho.

Hay esculturas más logradas desde el punto de vista de su dificultad, como el Discóbolo de Mirón o el Púgil en reposo, escultura en bronce que se conserva en el Palazzo Massimo alle Terme y que fue descubierta en 1885 en las laderas del Quirinal. Ambas estatuas son mucho más expresivas que la Venus de Milo. Mirón consiguió en su Discóbolo algo muy difícil en escultura, el movimiento, y el desconocido autor del Púgil en reposo lo dotó de una expresión humana raramente conseguida en una escultura, clásica o contemporánea. La Venus de Milo es una figura bastante inexpresiva, que concentra todo su poder no en sí misma sino en quienes la miran y admiran; se trata de una mujer mutilada, sin brazos, carente del color que la adornaba, transformada en icono de la feminidad. De forma significativa, una de las primeras y más admiradas versiones de la mujer producida por la mirada del hombre es una supuesta diosa que ha perdido los brazos y el color, que nada tiene que ver con la original y que permanece, semidesnuda, a la espera de los turistas que corren a fotografiarse con ella.

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