Las farmacias rurales, puntos de cardioprotección

Las farmacias rurales, puntos de cardioprotección

En los pueblos pequeños, las farmacias suelen ser en muchas ocasiones el único reducto que sigue prestando servicio a sus vecinos. Con el paso del tiempo, se han convertido en el último dique contra la despoblación rural, y, por ese y otros muchos motivos, constituyen un referente no solo a la hora de pedir consejo sobre un medicamento, sino también como un gabinete de consulta sobre casi la vida misma.

 

En Extremadura ese papel se va a reforzar aún más ya que, en breve, en sus puertas se van a colocar desfibriladores externos automáticos (DEA). 

El Gobierno extremeño ha adoptado esta decisión de situar dichos aparatos en tal ubicación en uno de sus últimos Consejos de Gobierno. La Junta estudiará con los Colegios de Farmacéuticos de Cáceres y Badajoz esta instalación en los municipios de menos de 1000 habitantes. De esta manera, los desfibriladores serían accesibles las 24 horas del día y, según la jefa del Ejecutivo autonómico María Guardiola, «serán reconocidos por los ciudadanos como un punto de cardioprotección».  

Su financiación está incluida en una partida de 6 millones de euros con la que se va a reforzar el presupuesto del Servicio Extremeño de Salud durante este 2024. El presidente del Colegio de Farmacéuticos de Badajoz, Cecilio Venegas, valora esta medida con la que se responde a «una reivindicación con la que acercar esa herramienta fundamental para salvar vidas en pequeños núcleos de población». Se trata de un colectivo que no tiene centro de salud todas las jornadas y que habitualmente sufre dificultades para contar con recursos sanitarios, o bien debe desplazarse grandes distancias para acceder a ellos. 

230 farmacias rurales 

Esos desfibriladores no estarían dentro de las farmacias rurales, sino en sus puertas. De este modo se garantiza que pueda usarlos cualquier persona en cualquier momento, y no solo durante el horario comercial del establecimiento. El Colegio de Farmacéuticos pacense calcula que de las 680 farmacias que hay en la región, unas 230 levantan su persiana cada jornada en pueblos de menos de 1000 habitantes. Una vez que esos aparatos estén activos, tanto esas oficinas de farmacia como sus responsables adquirirán aún más relevancia en la atención de sus vecinos, al informarlos y asesorarlos. Ante el vaciamiento de las áreas rurales, que se ha acentuado durante las últimas décadas, las farmacias se están consagrando como cruciales para el bienestar de sus habitantes y para conservar su calidad de vida. 

Nexo de unión con el ámbito sanitario 

Un ejemplo de todas estas prestaciones es el que representa Victoria Fernández, titular de la farmacia de Balboa, una pedanía de Badajoz que se encuentra a unos 14 kilómetros de esa ciudad, con unos 500 habitantes, pero que depende sanitariamente de la localidad de Talavera la Real, a 6 kilómetros. Victoria apunta que «el centro médico está abierto de doce y media a tres de la tarde; el resto del día nosotros somos el único contacto con la población en todo lo relativo a la salud». Una tarea muy agradecida, aunque los resultados a final de mes sean muy discretos, ya que «los recursos que debemos tener son los mismos que los de las farmacias situadas en  núcleos con un montón de habitantes, pero aquí los clientes son muchos menos», asevera esta farmacéutica de forma rotunda. 

Reclaman más apoyo institucional 

Los DEA suelen encontrarse en Extremadura, como en otros territorios, en centros comerciales, ambulatorios, casas de cultura, colegios y polideportivos. Pero, en muchas ocasiones, las poblaciones rurales no cuentan ni siquiera con esas dotaciones o infraestructuras. Cecilio Venegas razona que, por lo tanto, «es un motivo más para que las Administraciones públicas se fijen en las farmacias». En la Comunidad extremeña, en estos momentos, unas 32 oficinas situadas en pueblos tienen una viabilidad económica comprometida. Hay que recordar que en la Asamblea Extremeña se está tramitando una normativa que les permitiría a estas farmacias surtir de medicinas y otros artículos a las residencias de mayores y centros de día, lo que supondría una oportunidad para mejorar algo sus estrechos márgenes de rentabilidad.