¿Y de qué va a depender la calidad de dicha atención? Básicamente de dos elementos clave, el primero la excelencia en la gestión y el segundo la formación. Cuando hablamos de excelencia en la gestión nos referimos a que el funcionamiento de cada una de las unidades de negocio sea óptimo. Si conseguimos generar una dinámica de trabajo eficiente y rentable nuestro equipo dispondrá de tiempo suficiente para practicar una atención al paciente de calidad, convirtiéndose así en la principal herramienta comercial y de marca.
Con respecto a la formación, resaltamos su importancia porque permite y justifica el rendimiento, rentabilidad y calidad del ejercicio profesional. De hecho, cuanto mayor sea el grado de formación y preparación del equipo, mayor será su nivel de productividad, cualitativa y cuantitativamente. Hablar de formación es proporcionar al equipo conocimientos en materia sanitaria, de comunicación y marketing, puesto que solo una combinación de los tres conseguirá resultados efectivos.
Parece fácil que la siguiente pregunta a formular sea: ¿La formación supone entonces un gasto o una inversión? La respuesta es simple, las formaciones (ya sean internas o externas) supondrán un coste dentro de la cuenta de resultados, sin embargo constituyen una de las inversiones más rentables. El entorno, el sector y el consumidor están en constante cambio y si la farmacia no marcha a la par con esa evolución, terminará por estancarse, retroceder y por supuesto dejará de ser competitiva en el mercado.
Hay un factor que es determinante a la hora de hablar de inversión y no de gasto, este factor es la planificación. Si una farmacia no sigue una línea formativa, el conocimiento no tendrá una continuidad y no habrá forma de evaluar el progreso y la aplicación, sin embargo si la farmacia forma a sus empleados bajo una determinada organización, sabrá bien qué aspectos son los que ya se han trabajado, los que se están mejorando y los que a futuro deben procurarse, de tal modo que la formación no solo será continua y coherente, sino también un ciclo al que los empleados se acostumbran y un vehículo para la motivación.
Con independencia de las áreas formativas de interés para farmacia hay 3 tipos de formación que la planificación debe incluir:
Formación puntual
Este tipo de formaciones centran el conocimiento en determinados aspectos relacionados con el desarrollo de la farmacia y suscitan el interés por la relevancia y/o aplicación que puedan tener en el día a día. Por lo general surgen como una oportunidad y aunque no están determinadas en el calendario, la farmacia debe prever su inversión en las partidas presupuestarias de enero.
Formación continuada
La idea de formar a los empleados con constancia supone aportar herramientas para el ejercicio eficaz de la profesional, a la par que se incrementa el potencial de la farmacia mediante el perfeccionamiento y actualización del personal que se verá confiado, preparado y motivado para progresar. Otra de las ventajas de realizar formaciones continuas es que crean un hábito formativo y un deseo constante por evolucionar; de este modo se eleva el compromiso profesional con el cumplimiento de objetivos y el bienestar del paciente.
Formación de competencias
Con la evolución del rol del farmacéutico, las exigencias del mercado laboral y las demandas del sector, se hace necesario el desarrollo de un nuevo enfoque de gestión en materia de recursos humanos. El desarrollo de valores añadidos a las competencias básicas que exige la farmacia es inminente, por lo que se hace necesario incluir en la organización formación para el desarrollo de determinados aspectos que favorezcan la creación de la marca salud, generar vínculos más emocionales y personales con el cliente y/o proporcionar experiencias de compra diferentes y especializadas.
Así pues queda bien claro que la farmacia debe dedicar un presupuesto al desarrollo formativo de sus empleados, teniendo siempre en mente que un enfoque global e integrado es el ideal, facilitando que la inversión sea rentable a corto y largo plazo.