Las exigencias de la piel madura evolucionan, a la vez que experimenta una serie de cambios. Poco a poco, la piel se transforma: la epidermis se afina y la capa córnea se engrosa. Cada vez menos hidratada y menos nutrida, la piel se vuelve más seca. Además, con la pérdida de elementos fundamentales, la piel disminuye su densidad, se relaja y se arruga.
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