Les confieso que esta vez me ha costado elegir a qué lugar llevarles. No se asusten (o asústense), me queda cuerda para rato, pero trato siempre de buscar algo que prenda la mecha, un porqué, que esta vez me costó encontrar hasta que caí en que esta semana (la que empecé a escribir) se conmemoraban los 40 años de la Revolución de los Claveles, que es una excusa como otra cualquiera para visitar a nuestros vecinos ibéricos (realmente no es otra cualquiera, porque siempre que hay gente en las calles hemos viajado hasta donde tocara, ya fuesen las protestas turcas o este tufillo a pollo mundial que viene desde Ucrania; no lo podemos evitar, somos amigos de la revuelta). En cualquier caso, antes del viaje vamos a hablar de las flores, porque es una historia no sé si mejor que el Erasmus, pero por lo menos igual de buena y, de momento, bastante más trascendente, no me duelen prendas en reconocerlo.
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