Durante siglos, pensadores y políticos buscaron principios firmes y sólidos: la historia como una roca, el hombre como una esfera que se llenaba de contenidos que transmitía de generación en generación.
Me educaron, si puede aplicarse esa palabra a las enseñanzas que recibí, en un colegio religioso exclusivamente masculino, y, como en todos los escenarios en los que sólo hay hombres, el ambiente era áspero, descuidado y hosco.
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