Los cajones olvidados, como la memoria, van acumulando polvo. La memoria va superponiendo estratos, uno encima de otro. Pero incluso los más antiguos siguen allí. A veces por olvido, y otras por miedo, dejamos de visitarlos, a los cajones y a la memoria. Hay días en los que la nostalgia es capaz de vencer al olvido o a la cobardía, y una atracción poderosa te acerca a ellos y te pones a bucear en los recuerdos o a revolver las carpetas antiguas. O las dos cosas a la vez.
Llueve bien. Las hojas caídas no parecen muertas. El barniz del agua las revive y su amarillo brilla. Parecen cadáveres maquillados por un «tanatoestético» experto. Muertas, pero alegres.
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