Si has leído los artículos anteriores –si no lo has hecho, te lo recomendamos–, es probable que ya hayas observado que el marketing sensorial tiene mucho que ver con cuidar detalles muy ligeros que a menudo nos pasan desapercibidos, pero que influyen decisivamente en nuestras elecciones. El asesor y académico Richard Thaler utiliza un término para referirse a éstos y otros muchos elementos que afectan a nuestra percepción del entorno: son los «factores aparentemente irrelevantes» (FAI). La exposición, el olor de la farmacia o la impresión que nos produce el peso o la textura de un producto es algo aparentemente irrelevante, pero en realidad tiene gran importancia. Cada uno de estos pequeños estímulos ayuda a construir nuestras decisiones o las diluye.
Dejemos la magia en paz. Si lees, oyes o te dicen que por el mero hecho de poner un aromatizador en la farmacia vas a vender más, sal corriendo, pero no a comprarlo, sino en sentido contrario. Ahora bien, si quieres mejorar la experiencia de tus clientes en la farmacia, diferenciar tu establecimiento de otros, provocar una llamada de atención... o si te preocupan los beneficios que puedes ofrecer con tus productos a tus clientes, entonces el «marketing olfatorio» te interesa. Dicho esto, hay algo de especial en el olfato.
El mundo entra en nosotros a través de los sentidos. Un sencillo experimento evidencia esta capacidad de los sentidos para conectarnos con el mundo: tápese los oídos y, simultáneamente, comience a respirar por la boca mientras tiene los ojos cerrados. Permanezca así durante unos segundos. Al hacer esto, se produce una inmediata sensación de aislamiento. En un sentido metafórico, es como si nos hubiéramos salido del mundo donde estábamos físicamente y estuviéramos solos en el vacío. Da igual dónde nos encontremos porque, al dejar de recibir estímulos de nuestro alrededor, nos quedamos fuera. Esto es así porque hemos reducido una parte importante de la información sensorial que nos conecta con el entorno.
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