No sé yo si su niñez ha jugado en muchas playas distintas. La mía, añorada y cada día un poco más lejana dicho sea de paso, sigue jugando en el Mediterráneo. No recuerdo que hubiese cañas y de ligar he sido siempre poco, pero sí es verdad que no consigo olvidar ni la luz ni el olor de ése, nuestro mar. Desde Algeciras hasta Estambul, hay muchos pueblos y también muchos destinos Erasmus, pero una vez abandonado el glamour de la costa azul y la fama de la costa del Adriático parece que se haya acabado todo, y no es así. Hay otros atardeceres rojos a los que podrán acostumbrar sus ojos y que hoy quiero presentarles.
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