La obsesión por la imagen no es una característica de los tiempos modernos. Un tal César ya estaba preocupado, hace más de dos mil años, por la de su mujer. Parecer lo que realmente uno es siempre ha sido importante, pero lo que es trágico es que no te des cuenta de que la imagen que transmites no sea un fiel reflejo de lo que tú eres y lo absolutamente dramático es no acomodar tu imagen a lo que pretendes ser porque nadie se va a creer que realmente lo quieres ser.