Se llama «variedades de uva nobles» a aquellas que pueden encontrarse en todo el mundo por su capacidad de adaptación a las diferentes regiones, climas o suelos, y que gracias a ello han alcanzado fama mundial y se han extendido por las principales regiones productoras del mundo.
Sabemos que los taninos producen una sensación de astringencia y amargor, y que aumentan la complejidad del sabor del vino, pero desde un punto de vista químico son metabolitos secundarios de las plantas, solubles en agua y no en alcohol ni solventes orgánicos.
Los elementos que diferencian el vino del agua son principalmente el alcohol y una inmensa cantidad de sustancias que se encuentran en pequeñas proporciones. Entre esas sustancias destacan los ácidos, que afectan al color, la estructura, las características organolépticas, la estabilidad y el envejecimiento del vino.
El suelo donde crecen y fructifican las vides es el origen del vino y le imprime su alma. El suelo óptimo para el cultivo de la vid debe ser pobre, sin exceso de materia orgánica, suelto y con un buen drenaje. La vid debe luchar por su supervivencia, esforzarse para conseguir agua, ya que, de no ser así, se obtendría un exceso de vigor, con uvas muy grandes y con compuestos diluidos, obteniéndose vinos sosos y sin presencia. El suelo tampoco debe ser ácido ni salino.
Siguiendo la estela de los vinos naturales, llegan ahora los vinos pét-nat. Su nombre procede de pétillant natural, que en francés significa vinos naturales ligeramente espumosos, aludiendo al estilo y forma en la que se han elaborado.
Aunque los vinos rústicos y el aguardiente todavía son parte importante de la industria vitivinícola mexicana, en los últimos años han aparecido bodegas que apuestan claramente por la calidad.
Cuando llega el buen tiempo y la época de playa, a todo el mundo le apetece un buen arroz. Pero ¿qué vino beberemos con el arroz? El maridaje con el vino correcto puede hacer que una comida pase de buena a excelente.