Todo era mucho más sencillo cuando era el brujo de la tribu quien acumulaba en exclusiva el conocimiento de lo que sucedía en los cuerpos y las almas de sus feligreses, y el único que sabía cómo remediarlo. Lo malo es que era muy poco lo que realmente sabía. Desde ese pasado tan lejano, el aumento del conocimiento acumulado por la sociedad ha sido exponencial, lo que ha comportado un incremento de la complejidad de su gestión. Esta dificultad ha hecho necesario otorgar responsabilidades a las diferentes profesiones con la intención de que ese conocimiento revierta en la propia sociedad de la manera más eficaz y segura posible.