Los terrenos compactos pueden generar inconvenientes de encharcamiento y retención de agua, mientras que los más sueltos ayudan al drenaje y fomentan el crecimiento de las raíces a mayores profundidades en busca de alimento.
Los suelos de gravas o piedras colaboran con el aireado y el drenaje, y mantienen por las noches el calor acumulado por el sol diurno. Es de destacar que los terrenos de color más claro actúan como espejos: reflejan el calor y la luz hacia las plantas, favoreciendo la maduración.
Los principales minerales que necesita la vid son nitrógeno, potasio y fósforo, que se consideran macroelementos, pero también existen microelementos secundarios como calcio, magnesio, hierro, boro y cobre, entre otros.
Los suelos de sílice aportan ligereza, aromas, finura y grado, y son mejores para vinos blancos. Los de arcilla presentan más capacidad de retención de nutrientes y agua, y ofrecen vinos elegantes y con estructura al tener un ciclo de maduración más largo y mayor carga de polifenoles. Los arenosos consiguen vinos brillantes, poco alcohólicos y fáciles de beber, muy aromáticos pero con menor carga tánica y menos estructurados. Los pizarrosos son pobres en materia orgánica, dan vinos muy maduros con aromas minerales. Los suelos calizos dan vinos delicados, con buena graduación alcohólica y un gran bouquet, y los volcánicos vinos con mucho cuerpo y aromas minerales.
Muscat
Bodegas Miquel Oliver
D.O. Pla i Llevant
Precio: 10 €
Un coupage de moscatel de Alejandría y moscatel de grano menudo hacen de este vino una buena combinación de dulzura y acidez en boca. Con aromas florales, a miel y flor de naranjo, saca su potencial en boca con una calidez excepcional, con matices afrutados y a fruta muy madura. Perfecto para acompañar cualquier tipo de pescado graso, marisco a la plancha o aperitivos con foie.