Le tengo cariño a este titular. Me acompañó durante una época apasionante de mi vida, tenía entonces justo la mitad de los años que ahora tengo. Éramos jóvenes y atrevidos, pero sensatos. Ganamos por goleada. No, no sufráis, no os voy a contar mi batallita, aunque estoy convencido de que tendría su gracia. Igual en esas memorias que nunca voy a escribir, pero que revolotean permanentemente en mi mente, ocuparía un episodio entretenido para contarlo alrededor de unas tapas y unas cañas. Aquel lema, acertado como demostraron los resultados, resume con precisión una determinada manera de enfocar los múltiples retos que se le presentan al sector.
Frente a los arcángeles del apocalipsis, los que no paran de anunciar que esto se acaba y los que apuntalan sin cesar los muros del castillo porque cualquier canción les parece el eco de las trompetas de Jericó, existe un espacio para la reflexión serena. Ese es el territorio de la renovación lógica, un espacio que busca el equilibrio: el equilibrio entre las dos almas de la oficina de farmacia y el necesario para saber analizar con mentalidad abierta los cambios sociales, económicos y políticos que se suceden a una velocidad cada vez más vertiginosa.
Esta actitud, la que comporta una renovación lógica, es una característica que la tiene, o no, cada uno de los farmacéuticos. En este caso me refiero a los farmacéuticos que ejercen en oficina de farmacia, y en consecuencia los equipos que los representan en las organizaciones y que influyen de manera notable en el rumbo de la nave. Aunque a menudo sobrevaloramos esa influencia, no deberíamos despreciarla porque no cabe duda de que la tienen.
No aprovechar esa capacidad de influir y de ejercer liderazgo para que la lógica se imponga es un lujo que no deberíamos permitirnos, porque, aunque cada farmacéutico construye y moldea su posición en el escenario que le toca vivir influenciado por su vocación y por su interés —en eso no somos distintos de cualquier profesional—, no deberíamos olvidar que nos conviene que exista un hilo conductor que mantenga unos sólidos principios colectivos y que, a la vez, conecte al colectivo y lo ayude a sintonizar con la realidad cambiante y evitar así las siempre nocivas endogamias.
Las grandes transformaciones, las duraderas, las que son convenientes para la salud del sector estarán lideradas por los renovadores que nada tienen que ver con los revolucionarios y los reaccionarios, porque solo los primeros son capaces de establecer ámbitos de diálogo y de entender que adaptarse no es perder. No se trata de ir robusteciendo el tronco del viejo roble; se trata de ser flexible como el junco. Apliquemos la lógica, renovémonos.
Las grandes transformaciones estarán lideradas por los renovadores que nada tienen que ver con los revolucionarios y los reaccionarios