La negociación**

Homero nos cuenta que sus contemporáneos se rasgaban las vestiduras en los funerales como muestra de dolor o de agravio, también en el Libro de los Reyes de la Biblia se describe ese gesto como un gesto regio de disconformidad. Actualmente no se estila demasiado realizarlo de forma literal, se consideraría un gesto de un dramatismo obsceno. De vez en cuando, también podemos observar a deportistas mediáticos, aquellos que viven del espectáculo, romper sus camisetas para poner de manifiesto que se sienten injustamente tratados por el árbitro o por el azar. Esa elevada carga dramática ha provocado que reservemos su uso para la escena o que la utilicemos, de forma retórica, como una frase hecha.

La negociación**

A menudo podríamos ubicar la política en algún epígrafe del mundo del espectáculo, junto al circo, por ejemplo, pero no beneficia a nadie que un histrionismo exagerado se apodere de ella. El sector de las oficinas de farmacia está en diálogo permanente con la política y los políticos porque mantiene un contrato importantísimo con el SNS y ese roce conlleva un alto riesgo de contagio. Mientras nadie proponga cambiar en profundidad las reglas de juego, se trata de una negociación tan incómoda como inevitable porque siempre se circunscribe a lograr el mal menor. Siendo las cosas así, es ridículo que algunos se dediquen a rasgarse las vestiduras por los resultados o porque haya existido una negociación.

En estos días en los que deseamos que lleguen las nuevas vacunas sorprende que no estemos inmunizados del virus de los programas electorales. No debemos cansarnos de denunciar los incumplimientos, pero ese ejercicio de cinismo no debería provocarnos ni un simple dolor de cabeza. Dediquemos más tiempo a diseñar y ofrecer un plan sólido que a poner velas en los altares de quien su principal plan es conseguir cuotas de poder. En las cuestiones que inciden en nuestra factura no deberíamos casarnos con nadie y tener una posición firme y dialogante con todos. Al menos, nos ahorraríamos desengaños.

Es de un infantilismo preocupante exigir a nuestros representantes profesionales que sean héroes, guardianes de mármol de las esencias. No se trata de eso. Debemos exigirles que sean capaces de ser flexibles con inteligencia y al mismo tiempo ser inflexibles al exigirles transparencia. Confundir discreción en la negociación con despotismo ilustrado solo puede ser consecuencia del olvido de lo que significa ser representante de un colectivo, del aislamiento que poco a poco se apodera de los que se sienten tocados por la gracia de la verdad, su verdad, o por la inmunidad del que no se siente controlado democráticamente.

Vamos a lo importante. Acabamos un año duro, la lista de nuestros muertos queridos es larga y mucho más larga aún la de los queridos de los otros. Es cierto que el sector se ha tensionado, pero debemos valorar que ha tenido la oportunidad de poder hacerlo, otros no han podido. Aprovechemos la oportunidad que tenemos para construir algo nuevo. Mejor.

Gracias a todos los que leéis El Farmacéutico, sin vosotros todo esto sería bastante aburrido. Lo cierto es que no sería.

 

**La negociación es el proceso por el que les partes interesadas resuelven conflictos, buscan ventajas individuales o colectivas o procuran obtener resultados que sirvan a sus intereses mutuos.