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  • Leer a Modiano

Un tanto confusa, pero puntual como el cambio de huso horario, llega la tertulia referida al premio Nobel de Literatura de cada curso. Éste del 2014, el francés Patrick Modiano, es alguien a quien no conozco personalmente pero cuyos libros, novelas, habitan en mi biblioteca según van publicándose (no todos, claro) sin que hasta hoy haya leído ninguno y hoy mismo comience a releer su Viaje de novios.

Es alguien que desde que inició su andadura huyó del escándalo pero que desde siempre llamó la atención y no digamos desde ser suyo el guion de Lacomb Lucien, la película de Louis Malle que tocó el tema tabú por excelencia de los franceses, los colaboracionistas con los alemanes en la IIWW o no todos fuimos héroes durante la guerra. Trilogía de la Ocupación son sus tres primeros títulos, El lugar de la estrella (se refiere a la place de l´Etoile), Los bulevares periféricos y La ronda de noche, memoria de una ocupación que no conoció pero ámbito y ambiente al que se refiere de forma constante en todas sus obras por ser, según sus palabras: «periodo confuso y vergonzoso de mi prehistoria personal». En palabras de la concesión del Nobel por esa emoción evanescente entre la ausencia y la búsqueda a través de «los destinos humanos más inasibles». La identidad es su tema recurrente, una búsqueda entre derrumbes y vacilaciones no referidas a los grandes acontecimientos, sino a la cotidianidad, a detalles nimios, a veces insignificantes pero contradictoriamente, al menos para él, cargados de significado. Recuerdos mientras la vida sucede en otra parte, «todo recomenzará como antes, los mismos lugares, los mismos recuerdos, el eterno retorno», las memorias testimonio de un no testigo. Lector de guías de teléfonos y avisos por palabras es afición que comparto y en parte puede que explique mi extraña complicidad para con su obra. Su prosa es limpia, concisa, alguien dijo que pudorosa, y yo añado que tremendamente eficaz, en el sentido ilustrado de la belleza es una expresión de la eficacia. Sin metáforas barrocas, ni deslumbrantes aciertos verbales, pero plagada de imágenes pulidas como el mármol: «la fiesta es siempre sospechosa porque presagia que lo mejor se está pasando», «la política es una torpe simplificación de las cosas» y quizá sea suya «la salud es un estado circunstancial que no augura nada bueno», cita de la que suelo abusar. Alguien definió su prosa, magnífico piropo, como terapia lírica para supervivientes. Puede que escriba siempre el mismo libro con capítulos no seguidos sino superpuestos y que el cambio sea el del punto de vista, y puede que esta estructura sea la razón por la que acumulo en mi biblioteca tantos libros suyos, en francés y en español, sin que haya hecho más que ojearlos/hojearlos, demorándolos para otro viaje en tren o avión, viaje que cuando llega ya lo hace acompañado de un nuevo título. Mi récord es una misma novela con tres ediciones y títulos diferentes: Remise de peine, Exculpación y Reducción de condena. Hasta la concesión del Nobel no había reflexionado sobre esta circunstancia que afortunadamente con ningún otro autor me ocurre y puede que en ella influya el hecho de que ninguna novela de Modiano excede las 200 páginas, idónea lectura portátil. De entusiasta mal lector paso a releerle como es debido y a recomendárselo a los tertulianos. En esta revisión anual suelo repetir lo de que el premio Nobel de Literatura convierte a un autor desconocido en su país en un autor mundialmente desconocido, pero el caso del amigo Patrick bien merece una anómala explicación que pudiera ser la que me concierne y aquí confieso.

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