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Experiencias Erasmus

Dos jóvenes farmacéuticos, María Álvarez Orozco y Carlos del Castillo Rodríguez, explican cómo el Programa Erasmus les ayudó a encontrar su camino, tanto profesional como personal.

© Unsplash
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María ÁlvarezViaje a la Luna
María Álvarez Orozco
Especialista en Economía de la Salud e Investigación de Resultados en Salud. Medtronic Ibérica

Siempre he sentido curiosidad por conocer otros países y comprender otras culturas. Me fascinaba la idea de salir fuera de España y vivir una experiencia internacional, rodeada de estudiantes con los que compartir la ilusión y la alegría que uno siente al descubrir cosas, hasta entonces desconocidas.
A mitad de carrera, en busca de un cambio que me motivara, me decidí por solicitar una beca Erasmus. Tan sólo unos meses después, pude ver, colgado de uno de los tablones de la facultad, un listado con mi nombre y el destino asignado: Albert-Ludwigs Universität, Freiburg, Alemania. Para terminar, aposté por elevar el reto: iba a cursar todas las asignaturas en alemán, siendo evaluada como cualquier alumna más.
Ahora que echo la vista atrás, no podría decir que fue fácil, no se llega a la Luna cogiendo el metro; recuerdo haber derramado más de una lágrima en las prácticas de galénica porque el profesor que las impartía hablaba en el dialecto propio de la zona en la que me encontraba, y que por supuesto yo no entendía.
Pero, poco a poco, las cosas fueron saliendo y, cuando llegó el final del año académico, pude volver a casa con una «mochila» cargada de experiencias que me habían enriquecido.
Tuve la oportunidad de conocerme mejor a mí misma, de desenvolverme con éxito fuera de mi zona de confort y de mejorar mi nivel de alemán, aspectos que sin duda agradecí cuando me encontré haciendo entrevistas, en busca de mi primer trabajo.
Está claro que no sólo un tercer idioma te abre las puertas de cualquier trabajo (el inglés, a día de hoy, se presupone), pero unido a un buen expediente me facilitó pasar algún que otro filtro. Así que, tras acabar de cursar la licenciatura, me puse manos a la obra en busca de mi oportunidad en el mercado laboral.
El puesto al que me presenté formaba parte del Departamento Médico de una multinacional farmacéutica, motivo por el cual agradecí contar con una breve pero intensa experiencia en investigación básica, que realicé en varios departamentos de la facultad. Como comentaba, demostrar un buen nivel de inglés fue básico, la realidad es que en el día a día en la industria farmacéutica las conversaciones son por lo general en inglés.
Así que, cuando apenas habían transcurrido dos meses después de haber terminado la universidad, tuve la suerte de poder empezar en mi primer trabajo. Inicié mi andadura profesional en el departamento de Farmacoeconomía e Investigación de Resultados en Salud con un contrato en prácticas de un máximo de dos años de duración.
Pero la aventura no acabó aquí, aprendí que cada día en el trabajo se presentan ocasiones en las que uno debe estar despierto para poder demostrar su valía y, de este modo, ganarse poco a poco la confianza y el respeto de los compañeros. Para mí fue como estar en época de exámenes constante, todo era nuevo y tuve que aprender rápido. El tiempo que pasé en Alemania me ayudó a afrontar esta nueva realidad; la beca Erasmus reforzó la confianza en mí misma, aprendí a reconocer aquello de lo que podía sacar más partido y también a ser consciente de mis limitaciones.
Trabajé mucho, poniéndole pasión y empeño, dando lo mejor de mí misma, pensando que a veces la vida puede dar muchas vueltas, y un contrato temporal, si las circunstancias acompañan, puede convertirse en un contrato indefinido. Y así fue. Pasé allí casi cuatro años, momento en el que me decidí por un nuevo reto profesional. En la actualidad, trabajo en la misma área, pero en la industria de los dispositivos sanitarios.

Carlos del Castillo RodríguezAmpliar horizontes
Prof. Dr. Carlos del Castillo Rodríguez
Historia de la Farmacia y Legislación Farmacéutica. Facultad de Farmacia. Universidad Complutense de Madrid

El Programa Erasmus, acrónimo del nombre oficial en lengua inglesa EuRopean Community Action Scheme for the Mobility of University Students, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación y al Desarrollo en el año 2004, siendo considerado un hito en la integración humana e intelectual de la sociedad europea.
Dicho programa, desde su puesta en marcha, sentó las bases del concepto de ciudadanía europea creado por el Tratado de Maastricht en 1992, no concibiéndose como un simple intercambio de estudiantes. Parafraseando al gran escritor Umberto Eco, catedrático de Semiótica en el Alma Mater Studiorum di Bologna, el programa de intercambio universitario Erasmus «ha creado la primera generación de jóvenes europeos. En mi opinión, es una revolución sexual: un catalán conoce a una chica de Flandes, se enamoran, se casan y se vuelven europeos, igual que sus hijos. La idea de Erasmus debería ser obligatoria, no sólo para estudiantes, sino también para taxistas, fontaneros y otros trabajadores».
Desde mi experiencia personal en la Universitá di Perugia, puedo afirmar que el programa Erasmus me hizo ampliar conocimientos y perspectivas humanas, sociales y académicas que luego posibilitaron mi estancia en tierras italianas durante tres años más, obteniendo el título europeo de doctor por la Universitá di Bologna, la primera Universidad fundada en Europa en el año 1088.
Durante el curso académico 2004/2005, desarrollé mis estudios en la Facultad de Farmacia de la Universitá di Perugia. Al llegar a comienzos de septiembre, quedé sorprendido por la hermosa ciudad fundada por los etruscos, por sus grandes cuestas, su neblina permanente y por el color grisáceo de sus edificios. También quedé abrumado por la gran variedad de actividades culturales que existía en la capital de la Umbría, debido a que convivían allí dos universidades de gran prestigio, por un lado la Universitá degli Studi di Perugia (donde cursé cuarto de Farmacia) y, por otro, la Universitá per Stranieri di Perugia (en la que simultaneé cursos de cultura e idioma italiano), instituciones públicas de gran prestigio en Italia que ofertan gran cantidad de estudios universitarios y que posibilitan un intercambio cultural y científico entre estudiantes de todo el mundo que, al vivir durante un tiempo en una ciudad italiana, se sumergen con mayor facilidad en la cultura italiana y su idioma.
Perugia, ciudad multicultural por excelencia, me permitió poder vivir una de las experiencias más gratificantes de mi vida, conocí una cultura llena de semejanzas y diferencias con la educación que habría adquirido en España. Sin embargo, no todo fue diversión, ocio y turismo (como se piensa en muchas ocasiones). Amplié mis conocimientos y compartí largas horas de estudio, algunas más fructíferas que otras, con muchos compañeros europeos que me proporcionaron grandes alegrías y también alguna decepción. Además, creé vínculos de amistad que perduran hasta hoy con estudiantes españoles y de diversos países europeos.
Finalmente, pasado un tiempo y reflexionando sobre mi experiencia, descubrí el verdadero sentido del término Universidad (del latín universitas/universitatis, que significa «mundo», «universo», «universalidad»): el conocimiento no tiene fronteras, ni idioma, ni nacionalidad. Tanto el estudiante universitario como el profesorado, y el ser humano en general, ha de ser insaciable en todos los ámbitos del saber, y utilizando tanto su libertad de pensamiento como las diversas posibilidades que le otorgan las diferentes instituciones, ha de valerse para compartir con la sociedad «mundial» sus experiencias y no cerrarse en los cómodos hermetismos regionalistas que imperan en muchas ocasiones en el continente europeo. En palabras del escritor y filósofo Johann Wolfgang von Goethe: «No hay nada más espantoso que la ignorancia activa».

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