El mercado de la farmacia se ha contraído aproximadamente un 25% en cuatro años. Durante este periodo los descensos de la factura de los medicamentos financiados con fondos públicos han sido reiterados y de una gran intensidad, todo ello agravado por una sucesión de incumplimientos en el plazo de pago de esa factura.

La fragilidad de la situación continúa siendo preocupante, aunque parece que la tendencia en estos últimos meses es una relativa moderación de la caída. Hemos pasado de una caída en barrena en un pozo sin fondo aparente a un descenso más o menos controlado con la esperanza de que el suelo ya esté cerca.
En una situación como la que se está viviendo y después de una travesía del desierto larga, ¡tan larga!, es fácil caer en la ilusión de que cualquier espejismo se confunda con un magnífico oasis. (¿Hemos olvidado ya esos supuestos brotes verdes que nos anunciaban hace años los que supuestamente conocen en profundidad la gravedad de la situación?) Tener equilibrio entre el realismo y la esperanza es el mejor método –¿el único?– para poder llegar, aunque sea exhaustos, a un oasis real, aunque la estación de llegada no sea un vergel. No creo que con lo escrito hasta ahora hayamos descubierto una fórmula mágica, ni tan siquiera la sopa de ajo, es sencillamente la aplicación del sentido común.
El sentido común es un bien escaso que es una herramienta muy útil para solucionar muchos problemas, pero el abuso de su uso puede también conducirnos a callejones sin salida. Esos a los que a menudo llegan los que están más preocupados en conservar que los que son capaces de arriesgar para progresar. La filosofía se ha ocupado sobre la manera más adecuada de entender y valorar lo que realmente importa, y el debate existente entre lo «tangible» y lo «deseable», como todos los grandes debates, aún perdura. Tenemos un ejemplo de esa esgrima entre dos maneras de ver las cosas en el magnífico diálogo entre Babieca y Rocinante de El Quijote.
Es tentador, incluso sensato, en estos momentos tan duros, acercarse a la visión del filósofo inglés del s. XVI, Thomas Hobbes, que se decantaba claramente por lo tangible: «Primum vivere, deinde philosophari». Pero sería un error, en aras de esta visión tan sensata, olvidar los retos que el sector debe iniciar para promover una evolución que le permita aspirar a algo más que la supervivencia. Un poco de aire que despeje el ambiente.

Destacados

Lo más leído