Obelix, el gran filósofo de la marmita y el jabalí, tildaba de locos a esos romanos, pero la verdad: ¡Qué listos eran! Para ellos, para los romanos ricos, el tiempo importante era el tiempo de ocio, era el tiempo de estar con la familia, del amor, de la guerra, de gozar la belleza de la naturaleza o de las artes. El otro tiempo era principalmente la negación de ese tiempo, el no ocio, el tiempo remunerado. En unos siglos, las cosas han cambiado sustancialmente y ahora incluso la gestión del tiempo de ocio se ha convertido en un negocio, pero eso es harina de otro costal.

Sería brillante poder escribir de un ejercicio profesional no condicionado por la remuneración, un ejercicio ocioso en el que exclusivamente la vocación compensase el ejercicio de la profesión, pero la cruda realidad obliga a tener que escribir de modelo de negocio si no quieres escribir un relato de ciencia ficción.

Un negocio consiste en una actividad (empresarial o profesional), sistema o método de obtener beneficios económicos, a cambio de ofrecer bienes o servicios a otras personas.

El modelo de farmacia que existe en España es, evidentemente, un modelo de ejercicio profesional, pero no cabe ninguna duda que también lo es de negocio.

Un modelo de negocio que se define por las siguientes características:

  1. El capital del negocio farmacia sólo puede estar en manos del titular que lo regenta. La titularidad de una farmacia comporta su propiedad, que está sujeta a las normas generales sobre la propiedad privada.
  2. El titular de una farmacia sólo lo puede ser de una, en toda o en parte.
  3. La instalación de una farmacia está condicionada y limitada por parámetros demográficos y geográficos.
  4. El beneficio de la actividad profesional se obtiene a través de un margen del precio del medicamento dispensado.

El debate sobre la viabilidad del modelo está abierto, pero no cabe duda sobre la existencia de consenso entre los farmacéuticos respecto a su apuesta decidida por un modelo de ejercicio independiente de la profesión en el que el capital necesario para ejercerla también esté en sus manos. Si este posicionamiento contundente pretende ser algo más que un anhelo debería venir acompañado de la formulación de una pregunta clave: ¿Qué cambios deben promoverse para continuar siendo competitivos sin que esta premisa deseada fervientemente por los farmacéuticos sea sólo un bonito recuerdo?

Buscar esta respuesta es un reto fundamental para la profesión. Una respuesta que no puede esperar, ni está escondida en el viento. 

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