La castaña

El primer día de noviembre siempre ha estado bañado de una cierta tristeza, la tristeza del recuerdo de los que nos han dejado, de la lejanía de las alegrías de las vacaciones estivales y del amarillo de los crisantemos; es un día en que todo parece más gris, como el papel con el que la castañera de la esquina nos envuelve los frutos asados del otoño.

No sabemos si la elección de este día para la entrada en vigor del Real Decreto Ley 9/2011, apodado el decreto PA, ha tenido en cuenta este escenario otoñal, pero lo cierto es que la escenografía para su estreno es acertada.

Siempre es arriesgado poner adjetivos a las cosas, y aún lo es más a las leyes, pero triste es un adjetivo benévolo para este nuevo desaguisado parido por los que tienen la responsabilidad de construir una política farmacéutica. ¿No los hemos escogido para eso? Una norma que da un bandazo más a una política farmacéutica que ya ha dado demasiados –¿alguien se acuerda del ahorro que reportaría la implantación de la unidosis?–, por lo que ya parece más un sainete de Arniches que una política coherente. ¿Ya ha dejado de ser prioritaria la promoción y la introducción en la cultura de nuestra sociedad de los medicamentos genéricos? Desengañémonos, durante la última década lo único que ha guiado las decisiones en política farmacéutica, sea quien sea el gobernante, ha sido la rebaja de precios de los medicamentos y de los márgenes de los diferentes actores del sector.

Algunos de esos responsables no cejan en su empeño de presumir de la rebaja de la factura farmacéutica, pero no les oímos contar cuánto ha mejorado la eficiencia de los tratamientos farmacológicos, no sabemos cuáles son los objetivos de salud, por lo que es imposible saber si las decisiones que se han tomado nos acercan a ellos. Un triste panorama y lo cierto es que la insistencia en actuar exclusivamente sobre los precios y los márgenes ha llevado al sector a encender la luz de alarma.

El sector no puede caer en el desánimo, aunque el panorama sea desolador, debe continuar insistiendo en reclamar un marco de estabilidad en el que se pueda construir un futuro y exigir más valentía a los políticos para que impulsen los cambios en el sistema sanitario para convertirlo en una herramienta útil para los ciudadanos y que posibiliten su sostenibilidad en vez de continuar con esa lista insufrible de medidas inconexas y en el fondo carentes de ambición.

Por cierto, un consejo: que no se preocupen por nosotros, no hace falta que nos regalen nada para Todos los Santos, las castañas, calentitas y mucho más sabrosas, las tenemos en casi cada esquina.

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