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  • Tertulia de rebotica

Cuando puedas leer estas líneas ya estará en los escaparates de las librerías, o al menos en la mesa de novedades, Tertulia de rebotica (Editorial Alianza, Colección Libros Singulares), y en su última página mi epílogo de un autor agradecido. Más o menos dice así:

El que se haya recogido en libro de papel una antología de mis artículos publicados en la revista El Farmacéutico bajo el epígrafe de «tertulia de rebotica», una saga que comenzó el 10 de enero de 1985, es motivo que alegra mi asendereado corazón. La revista se autoproclama de «profesión y cultura» y eso ha tolerado mi presencia caótica, dispersa y reincidente en sus páginas sin más norma que el encanto o desencanto que la fugacidad de un soplo procura, por otra parte al igual que ocurre en toda tertulia de rebotica, de café y de ateneo. O de esquina de la calle. El agradecimiento es la memoria del corazón, y aquí van mis gracias por orden de aparición en escena, el mismo orden en que aparecen los artículos. A Ediciones Mayo, editora de El Farmacéutico, y a su magíster y sin embargo amigo Josep Maria Ferrando Colea. A quien fue director de la segunda etapa de la revista, José María Puigjaner Corbella, persona de exquisita amabilidad, y a Javier March, redactor jefe de probada eficacia y paciencia, capaz de soportar mis envíos por fax hasta hace bien poco (y los del añorado Pedro Malo, quizá los dos últimos usuarios del invento). A Cofares, la gran cooperativa de distribución farmacéutica; a su presidente Carlos González Bosch, gestor impecable y a pesar de ello hombre de extraordinaria sensibilidad para con ese sutil hilo que hilvana las dos culturas; y a su secretaria para tales menesteres, Ana López-Alonso, arcangélica criatura muñidora de estas. A la Editorial Alianza por su cuidada edición y a su directora Valeria Ciompi, otra no menos arcangélica criatura. A Enrique Granda, doble colega y fastuoso narrador navideño, por su minucioso prólogo. Y a tantísimos contertulios/lectores que me conlleváis con algo de entusiasmo y más fatiga, se dice pronto, desde el siglo XX.

Ya fuera de epílogo unas palabras sobre el cuadro que ilustra la bella y sobria portada. Se trata de La reunión de la botica (no tertulia ni rebotica) de José Gutiérrez Solana, pintado en 1934, y nos muestra a seis personajes sentados en la acera de la farmacia en actitud rígida: expresionismo, trazos negros, colores ocres y el equívoco de a saber si víctimas o victimarios de la lucha por la vida. No se dice quiénes son pero uno los define, de izquierda a derecha: el indiano, el médico, el boticario, su cuñado (recién hechas las paces), el maestro y el veterinario. El perro puede que sea del veterinario. Por el tiempo de Solana aquellas tertulias eran muy ilustradas y algún farmacéutico solía hacer alardes de volterianismo, de ahí que en el lienzo no figuren mosén ni comandante del puesto. He elegido esta estampa y no otra por poner en evidencia y reforzar una tradición, es la que ilustra el meritísimo libro de José Luís Urreiztieta, Las tertulias de rebotica en España, siglo XVIII a XX, y mi tercio correspondiente a El herbario de Gutemberg. No es estampa amable sino inquietante y, como corresponde a toda tertulia que se precie, plantea más preguntas que respuestas.

Confío, y cruzo los dedos, en que sea un continuará y no un finis coronat opus. Felices vacaciones.

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