Esta es la foto fría de lo sucedido en el mercado farmacéutico dispensado en farmacias. Un socavón en la facturación que, a diferencia de otros descalabros históricos, llegó para quedarse.
El análisis sobre las causas de lo sucedido se ha hecho ya en muchos foros y el resultado del mismo es el producto de la confluencia de diversos vectores.
Una actuación drástica sobre los precios, medidas legales permanentes en los mecanismos de fijación de los mismos, acciones en el control del número de recetas y las reservas singulares para evitar que medicamentos innovadores de alto precio se sitúen en el ámbito de la oficina de farmacia son los pilares sobre los que se ha basado la política de contención de la factura, aderezados además con otras medidas a nivel estatal o con medidas específicas en las diferentes comunidades autónomas.
En estos momentos parece improbable que se articulen cambios significativos en la legislación referente a los precios de los medicamentos y el foco de la reivindicación del sector se centra ahora en la eliminación del concepto economicista de reserva singular y en consecuencia en poder resituar en la oficina de farmacia medicamentos innovadores que no necesiten administración intrahospitalaria.
Dos cuestiones van a ser claves en esta negociación. La primera, incluso más que el coste real, la manera como se cuente y explique el coste del cambio, y la segunda el grado de consenso entre los protagonistas profesionales implicados.
Existen razones de peso para eliminar muchas de esas reservas, que como su nombre indica deberían ser singulares, pero también es cierto que de lo sucedido el sector debería aprender la lección de que es mucho más rentable negociar cuando algo aún se tiene, que hacerlo cuando se ha perdido.