Relación entre farmacéuticos y profesionales sanitarios

Encontrar un lenguaje común

M.ª José Cordero

De vuelta a casa, tras una jornada de trabajo, aprovechando las últimas horas fuera del hogar y disfrutando de los primeros fríos de la temporada, empiezo a revisar mentalmente el día que empezó con un paciente habitual, al que conozco desde mi llegada al barrio en el que desarrollo mi vida profesional (¿profesional? Cómo desligarlo...)

Sigo en el mismo barrio céntrico y castizo de la capital de España.

El sitio es el mismo pero no lo son las necesidades, los conocimientos, la información disponible. Los avances en medicina y medicamentos han permitido alargar la vida, hacer enfermos crónicos, con varias patologías asociadas y un grado de polimedicación alto, por lo que, como consecuencia, hay un riesgo creciente de problemas asociados. El manejo de las herramientas que me permitan controlar más y mejor estos posibles problemas, que me permitan adelantarme a ellos, es imprescindible.

La primera herramienta importantísima, sin la cual es imposible hacer nada verdaderamente útil para el paciente, es la comunicación, sin embargo es detectado como uno de los principales problemas a solucionar entre los distintos niveles asistenciales y con el propio paciente.

El lenguaje, el vocabulario y los conceptos que maneja cada profesional sanitario es desconocido total o parcialmente por el paciente, pero también resulta poco claro para tener una fluida y rápida relación entre los diferentes profesionales de la salud o entre los diferentes niveles asistenciales, sin meternos siquiera a considerar que la grafía es, en la mayor parte de los casos, totalmente ilegible. Estamos tan acostumbrados a hablar entre nosotros, en el mismo ámbito profesional, que creemos ser entendidos y no sólo no nos esforzamos por que así sea, sino que pensamos que el esfuerzo ha de ponerlo el interlocutor, sea médico o paciente.

Los trabajos de investigación hechos con el fin de ver la incidencia que tiene en el paciente la colaboración entre farmacéutico y médico de atención primaria han demostrado que el número de efectos indeseables derivados de la medicación, bien sea por error, duplicidad o cualquier otra razón, disminuye; la eficacia del tratamiento es mayor, así como el cumplimiento. Estas son razones que compensan el esfuerzo realizado por conseguir una comunicación entre ambos niveles.

El recuerdo de mi paciente, el que puso en marcha estas reflexiones, hace que compense el esfuerzo que supone encontrar un lenguaje común entre los sanitarios, decidir qué tenemos que transmitir, qué mensaje debe llegar, cómo hacerlo llegar al paciente para conseguir mejorar la adherencia al tratamiento y con ello minimizar la posibilidad de problemas de salud de graves consecuencias.

Pendiente está conseguir una comunicación con farmacia hospitalaria, pero no dudo que antes o después lo conseguiremos aunque, a veces, pienso si los farmacéuticos comunitarios no seremos uno de esos «profesionales invisibles» y tendremos que poner mucho empeño en no ser ignorados pero esa es otra reflexión.

 

No somos cortadores de cupones

Paco Mateo

Voy en mi coche pensado en el lío en que me he metido, escribir unas letras explicando nuestra experiencia sobre la relación establecida entre los farmacéuticos de oficina de farmacia rural de la Associació de Farmacèutics Rurals de Catalunya (AFRUC) y la clase médica. Te aviso, querido compañero, yo no soy ningún «plumilla», solo soy un farmacéutico rural.

Nos remontamos a la época de la implantación de los centros de atención primaria (CAP). Se inauguró el correspondiente a nuestra Área Básica de Salud, corrió a cargo del Sr. Conseller de turno, fueron invitados hasta el último gato... pero se olvidaron de los boticarios. No éramos sanitarios. Los compañeros que pertenecíamos a este CAP ya nos habíamos reunido por nuestra cuenta y había nacido una buena relación humana y profesional. Nos liamos la manta a la cabeza y pedimos una reunión con el director del CAP. Como era gente joven y había unas ganas comunes de relacionarnos, y trabajar para mejorar la salud de nuestros pacientes, también creyeron conveniente dicha reunión. Y así, sin más, entramos en el CAP como profesionales y no como usuarios.

Un poco más tarde la experiencia se trasladó a las comarcas vecinas, ya éramos unos 30 farmacéuticos. Como resultado creamos la AFRUC.

Nuestros objetivos generales eran: Mejorar las relaciones humanas y profesionales entre nosotros; Fomentar la relación profesional con los equipos sanitarios de atención primaria y especializada, y el tercer punto, Fomentar las actividades de formación continuada y la atención farmacéutica. Por tanto, debíamos crear una relación con las clases médicas de primaria y de hospitalaria.

Creamos el Comité Científico de la AFRUC, dentro del cual incluimos a un médico de primaria y a otro de especializada. El Comité actuaba tanto en la confección de los «Programes Sanitaris de Formació Continuada» (PSFC) –este año llevaremos a cabo el 14º–, como en el diseño de los diversos «Trabajos de Campo» realizados hasta ahora.

Para que la unión con la clase médica fuera mayor, cuando teníamos estructurado el Trabajo se lo presentábamos, para buscar su colaboración e implicación, al jefe de servicio de Primaria de Tarragona. Así, desde la cúpula se comunicaba el Trabajo a todos los médicos.

A raíz de los resultados de uno de estos trabajos de campo cuyo título fue «¿Cómo tomamos los medicamentos?», el Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya se puso en contacto con la AFRUC y creamos el Programa d'Educació Sanitària a la Gent Gran (PESGG), con unos talleres que titulamos «El bon ús dels medicaments». Comenzamos con la colaboración de los colegios de Tarragona y Lleida y en estos momentos se realizan en toda Cataluña, auspiciados por el Departament, los colegios y la AFRUC.

Hace un año hemos dado una «vuelta de tuerca» al PESGG y en coordinación con la CAMFIC (Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria) se ha comenzado el seguimiento farmacoterapéutico a varios de los asistentes a los talleres para así ver el impacto de los mismos en la población mayor de 65 años y polimedicada.

Toda esta experiencia no se habría podido llevar a cabo sin contar con la empatía de los profesionales y sobre todo por el grandísimo empeño personal para que este barco llegara a buen puerto.

Pero estimado compañero que nos lees, en la facultad aprendimos a ser agentes de salud, sanitarios, no cortadores de cupones.