La población envejece y nadie sabe cómo ha sido, si se me permite empezar así, con la venia de nuestro afamado poeta Antonio Machado. Para finales de este primer cuarto de siglo, se espera que casi un cuarto de la población supere los 65 años de edad. Un cóctel de crónicos, pluripatológicos y polimedicados demandarán ser atendidos de manera adecuada. En este marco que se nos presenta en un futuro inmediato, sería una insensatez no contar con las farmacias para el equipo titular del Sistema Nacional de Salud. Para adaptarse, la Declaración de Córdoba propugna una farmacia comunitaria que avance hacia la prestación de servicios. Pues vamos, que ya estamos tardando...
Recientemente, 52 farmacias en Australia han empezado a vacunar contra la gripe, un servicio que ya se realiza en farmacias de países como Canadá, Suiza, Irlanda, Inglaterra o Portugal. En nuestro país, las farmacias también tratan de aportar su granito de arena. Así, por ejemplo, se han llevado a cabo campañas para la detección del cáncer de colon en Cataluña y Baleares, o para la detección precoz de la diabetes en la Comunidad de Madrid, se han realizado pruebas para la detección del VIH en Cataluña y Euskadi, en Andalucía existe un servicio de monitorización ambulatoria de la presión arterial, etc. Y todo ello sin olvidar los clásicos: analíticas, consejo nutricional, programas de deshabituación tabáquica, numerosas campañas de concienciación sobre diferentes aspectos de la salud, atención domiciliaria... También están los más recientes: servicios de SPD, SFT, la introducción de técnicas de e-diagnóstico para acercar la asistencia especializada al mundo rural...
Una planificación de estos servicios, una correcta protocolización y estandarización, junto a una formación continuada adecuada que garantice la calidad, es lo que debe llevar a la farmacia comunitaria a formar parte de los servicios del Sistema Nacional de Salud como integrante titular del equipo, coordinando sus actuaciones con las de otros profesionales sanitarios, en beneficio siempre del paciente, como no puede ser de otro modo.
El camino está en seguir demostrando la eficacia de estos servicios que ya se prestan, así como convencer de la conveniencia de los que pueden prestarse en un futuro próximo. Juegan a nuestro favor los números, un balance coste-efectividad muy positivo en todos ellos, que supone, en el plano económico, un ahorro muy importante al Sistema Nacional de Salud y, sobre todo, con la ventaja de ser una red sanitaria con profesionales cualificados al mando, que ya está implantada y en funcionamiento.
También aparece la venta por Internet, que tan en boga está últimamente, presentada como la panacea a todos nuestros males. ¿Lo es? La relación a través de una pantalla es obviamente más fría y, sobre todo, un hándicap a la hora de ofrecer un buen servicio sanitario. Internet nos acerca a nuestra faceta más comercial y nos aleja de la sanitaria. El 99% de la población tiene una oficina de farmacia al lado de casa. En una época tan difícil como decisiva para el futuro de nuestra profesión, ¿es realmente necesario volcar los esfuerzos en esta dirección? ¿Es Internet realmente el futuro o es lo que nos quieren hacer creer quienes han de vendernos la implementación de este servicio de venta? ¿Quién puede vender parafarmacia por Internet? ¿Quién puede ofrecer servicios de calidad dentro del marco de la salud? ¿En cuál de las preguntas está la diferenciación que queremos buscar como profesionales de la salud? Si la veis en los servicios, vamos todos juntos, que ya estamos tardando...