La incipiente recuperación económica que España empieza a experimentar debe repercutir también en la actividad de la industria farmacéutica innovadora afincada en nuestro país. Confiamos, sinceramente, en que las Administraciones públicas y la sociedad sepan reconocer el esfuerzo que hemos realizado como sector y apuesten por nuestra actividad como eje clave para la vertebración de un nuevo modelo productivo, que nuestro país tanto necesita.
Nuestras compañías, en estos últimos años, no han abandonado su compromiso con la salud de los ciudadanos ni su propósito de convertirse en agente generador de conocimiento y progreso. El sector farmacéutico ha estado y está siendo solidario con la sociedad, sus administradores, sus sistemas sanitarios, todos sus profesionales y, por supuesto, con sus pacientes.
Pero aún tenemos que superar algunas barreras del pasado. En la salud en general, y en los tratamientos farmacológicos en concreto, tenemos el reto de sustituir definitivamente el concepto de precio por el de valor y el de gasto por el de inversión, y asimismo, medir los esfuerzos que desarrollamos en función de los beneficios que una determinada terapia genera en la salud de la población, y de los ahorros que puede suponer, a medio y largo plazo, también en ámbitos económicos y sociales.
Por eso mantenemos el empeño de ser un aliado de las autoridades y Administraciones, con las que compartimos un doble objetivo: garantizar el acceso de los pacientes a los mejores y más novedosos tratamientos y consolidar la sostenibilidad económica del sistema sanitario público, universal y de primera calidad.
Nos encontramos ante un panorama especialmente esperanzador en materia de salud, con la irrupción de una nueva generación de medicamentos, muchos de ellos de origen biológico, que van a suponer una auténtica revolución en el tratamiento de muchas enfermedades. Estos nuevos fármacos no son fruto de la casualidad, sino de un considerable esfuerzo inversor en I+D de nuestra industria farmacéutica, en consonancia con la revolución sanitaria y económica que suponen.
Ante esta nueva «era» terapéutica pueden darse situaciones de tensión presupuestaria a corto plazo, en especial en tratamientos dirigidos a un número elevado de pacientes. Por ello se hace ahora especialmente necesario tener en cuenta que los ahorros y beneficios a medio y largo plazo derivados del uso de estos productos son incalculables, muy superiores a sus costes, e implican mejoras radicales en cuanto a esperanza y calidad de vida.
En este contexto, como sector debemos ser capaces de plantear nuevas fórmulas de financiación, tan creativas como sea necesario, que hagan realidad que los pacientes tengan acceso a los mejores tratamientos, que las demandas de los ciudadanos en materia de salud estén en justa correspondencia con el grado de desarrollo económico y social de España, y que se retribuya adecuadamente la innovación.
Y, por supuesto, que ese acceso sea equitativo independientemente de la comunidad autónoma en la que cada paciente resida, acabando así con las desigualdades existentes actualmente, con la pérdida de cohesión que esto comporta.
Pero hay que hacerlo bien, trabajar todos juntos, llegar a acuerdos y consensos, máxime ante un cambio de ciclo económico como el que comenzamos ahora a vivir.