Hace 15 años escribía este párrafo en un Planeando. Concretamente en el número 473 de esta revista, que pronto llegará a los 600. Cada vez me gusta más releer. Una vez releído, he comprobado con intranquilidad el poco trecho recorrido por el sector, a pesar de las innumerables palabras vertidas desde entonces en discursos infinitos. Alguna de estas palabras en estas mismas páginas, y algunas firmadas por el que escribe estas líneas. Este ejercicio, contra el que lucho para que no sea nostálgico, me ha servido también para comprobar que continúo creyendo en lo que, en esencia, decía entonces: «Nos van a servir de poco los discursos brillantes. Ahora solo nos servirá lo que realmente aportemos a la cadena asistencial y a la cadena de la logística del medicamento».
Mientras avanzo y releo el artículo, puedo comprobar también que ya me hacía las preguntas que ahora continúo haciéndome, y me reafirmo en la absoluta necesidad de tener respuestas concretas y tangibles.
«¿Estamos construyendo herramientas que nos permitan actuar como centrales de compras capaces de intervenir en un mercado cada vez más abierto? ¿Avanzamos a la velocidad necesaria en el mundo de las nuevas tecnologías de la comunicación, tenemos realmente una red virtual de farmacias o todavía la tenemos virtualmente? ¿Hemos asumido nuevas responsabilidades profesionales en el campo asistencial? ¿Somos capaces de ofertar de una manera competitiva nuestros servicios a sectores de la población como las personas dependientes, ya sea en su domicilio o en residencias geriátricas? ¿Por qué no suministramos los tratamientos a los pacientes ambulatorios con tratamientos hospitalarios?»
Sería triste comprobar que las respuestas a estas preguntas están repletas de palabras como las que nos cantaba Mina. Huecas, vacías. Solo si somos capaces de dar respuestas a estas preguntas basadas en realidades consistentes podemos tener esperanza en un futuro ilusionante. No es preciso exigirnos que las respuestas nos gusten —quien mucho abarca poco aprieta—, pero estamos obligados a buscarlas si creemos que el camino implica transformarnos. Para películas, prefiero Transformers 2. Mucho más divertida, la verdad.