La curiosidad conduce al hallazgo, y éste desemboca en seguimiento y en profundización. Entonces los campos del saber son ilimitados. En 1997, un miembro de la Sociedad Internacional de Billetes Bancarios (IBNS), Ronald Wise, creó una web extraordinaria dedicada a recoger y organizar el papel moneda, y en sólo 10 años reprodujo más de 20.000 billetes de todo el mundo para disfrute gratuito de investigadores y curiosos.
Se trata de numismática y de notafilia, en definitiva ciencias auxiliares de la historia que también se ponen al servicio de nuestra profesión. Sobre ellas escribió su tesis doctoral el actual presidente de la Real Academia de Farmacia de Cataluña, Jaime Casas Pla. Llevaba por título La farmacia en la numismática, y, al contrario que otras tesis profesionales que ahora están de moda, permanece sin publicarse, silenciosa. Pero de aquel árbol surgieron nuevos brotes y nuevos coleccionistas de monedas metálicas y de billetes de papel. Al propio Jaime Casas le debemos trabajos como los titulados Del trueque a las tarjetas de crédito o La numismática sanitaria de Al Andalus. También es el autor de un hermoso libro, Notafilia y ciencias de la salud.
Frente a los casi 3.000 años de acuñación de monedas, el billete apenas alcanza los 300. Jaime Casas selecciona una amplia muestra de su colección y estudia los motivos sanitarios presentes en ella. Aquí están la farmacia y la medicina por sus propios pasos y los personajes que honraron estas profesiones hermanas directamente o que alcanzaron celebridad por otros motivos.
Coleccionar es agrupar y organizar objetos y requiere un largo esfuerzo que, con frecuencia, abarca toda la vida. Es una actividad que suscita habilidades y emociones positivas, un aprendizaje continuo que no resulta árido, aunque debe controlar el riesgo de la obsesión si no quiere desbaratar los mejores empeños y vaciar precisamente los monederos.
Ya se sabe que hay gente para todo y, puesto que las especialidades son innumerables, podemos encontrar coleccionistas de pelaje variado; la conquiliología, por ejemplo, se dedica a reunir conchas de moluscos, y la vitolfilia, las anillas de los puros, de forma que su asociación nacional responde a las siglas AVE en dura competencia quizá con Renfe. Tengo un hermano interesado en todo lo relacionado con la cerveza (cervisiafilia) y algún amigo que se ha ocupado en atesorar autógrafos y botellines de licor.
Sí, la curiosidad es el verdadero motor del saber y su peso es ligero y manejable. Por el contrario, la ignorancia es una carga pesada aunque el que la lleva encima no la siente. Se descubre fácilmente a un hombre que sabe poco cuando habla mucho y repite a menudo lo que sabe. Cada uno de nosotros seremos mejores si conservamos el interés por las cosas y somos capaces de sazonarlas con un poco de pasión. En su poema «A orillas del Duero», ubicado casi al comienzo del libro Campos de Castilla, Antonio Machado señaló a los que desprecian aquello que ignoran. El conocimiento tiene límites, mientras que la ignorancia los desconoce.
Todo lo que nos rodea reclama atención, aunque sólo sea porque está ahí, a nuestro lado, y de alguna forma nos concierne. No hay propiamente cosas sin interés, sino personas que no son capaces de interesarse, o que se conforman con un saber demasiado superficial.
Cuenta un docente amigo mío que una vez preguntó a sus alumnos qué creían que era peor, si la ignorancia o la indiferencia, y que uno que estaba en la primera fila, aunque al parecer no muy atento, le contestó de una forma sorprendente: «Ni lo sé ni me importa».