No sé si ese argumento es cíclico y la creciente complejidad de los tiempos es el eterno reto de las generaciones dominantes. Un ciclo natural que provoca que su dominio de la situación vaya disminuyendo, y ésa es la causa de que el nerviosismo y la impotencia se van apoderando de ellas o realmente la complejidad de los cambios que se están produciendo en nuestros tiempos es superlativa y sobrepasa a los que les toca ser protagonistas del presente.
Los modelos que han sido el patrón a seguir durante años van desmoronándose a marchas forzadas y la necesidad de encontrar alternativas cada vez es más acuciante. La dispensación –dónde y cómo– de los nuevos medicamentos, los más innovadores y a la vez los de precio más elevado, está en el foco más rabioso de la actualidad del sector. Su aparición, aparte de lo que realmente importa que es que curan enfermedades antes no curables, está suscitando un intenso debate en muchos frentes.
Es difícil imaginar de qué forma va a evolucionar el modelo de dispensación de este grupo de medicamentos, pero lo cierto es que su impacto en la salud de las personas y en las cuentas de quien deberá financiarlos, ya sea público o privado, va a ser, de hecho ya lo es, demoledor y también lo es que será imposible plantear cambios del modelo que separa su dispensación entre el hospital y la farmacia comunitaria, basados en los conceptos de siempre.
No va a ser un proceso sencillo, pero si la oficina de farmacia quiere tener un papel en ese campo va a tener que poner encima de la mesa propuestas innovadoras en muchos aspectos: su papel activo en la dispensación y en el control del uso de esos medicamentos, su aportación en la mejora de la logística, su coordinación con el ámbito hospitalario y una propuesta económica compatible con unos objetivos cada vez más exigentes. Lo dicho, las hadas sólo existen en los cuentos, y no en todos.