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La farmacia resiste

La crisis económica que padece España, lejos de amainar, aumenta año tras año. Estamos ya en los inicios del sexto año de la gran recesión, sin que se atisbe una salida.

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El endeudamiento del Estado, de las comunidades autónomas, de las empresas y de los particulares prosigue, y los mercados dan la espalda a un Estado que no es capaz de financiarse por sí solo, abriéndose así un escenario desconocido e insólito. Nadie parece capaz de dar un pronóstico, salvo los consabidos profetas del desastre, que vaticinan un futuro pavoroso que aumenta más aún la desazón. En tal situación, las seguridades y certezas se diluyen como un azucarillo en un vaso de agua, y nada de cuanto parecía seguro permanece. La desconfianza se ha instalado en la economía y la política, y los ciudadanos asisten atónitos a recortes, impagos, atrasos, despidos y fraudes que desmantelan progresivamente el estado del bienestar que España había construido los últimos años, y que nos acercaba al modelo europeo. La demolición de este sistema de protección abre las puertas a escenarios hasta hace poco inimaginables, pues es evidente que los ciudadanos no asistirán, cruzados de brazos, al empeoramiento de sus condiciones de vida y al empobrecimiento generalizado.

La farmacia no vive en una burbuja al margen de la sociedad y de la economía, y está padeciendo la gravedad de una situación que nadie había previsto. La industria, la distribución y las farmacias ven reducirse sus márgenes y asisten a la caída de la facturación y de los beneficios. Y sin embargo, aunque la situación de la farmacia sea grave, resiste, y a pesar de los recortes, de los impagos, de la bajada del precio de los medicamentos, del copago y de un conjunto de medidas absolutamente negativas, el modelo farmacéutico permanece incólume, aunque hay quien vaticina que la crisis y la intervención de la economía europea conducirán a modificaciones en el modelo español. En la actualidad, la economía del sector continúa su deterioro, y las condiciones de trabajo de los farmacéuticos siguen empeorando, pero el núcleo duro de la profesión no se ha visto modificado. A pesar de los 5 años de recesión, la de farmacia sigue siendo una profesión del máximo nivel universitario, que dispone de directiva comunitaria, las farmacias son establecimientos sanitarios privados de interés público sometidos a la planificación en función de la distancia y del número de habitantes, la propiedad sigue unida a la titularidad y todos los medicamentos se dispensan en las oficinas de farmacia, sin que hayan salido de ellas los medicamentos que no precisan prescripción. En tiempos amargos como los actuales, incita al optimismo que 5 años de recesión no hayan alterado el modelo farmacéutico español y que no hayan penetrado en él personas ajenas a nuestra profesión. Si los profesionales han podido aguantar estos años terribles manteniendo el modelo, es de suponer que podrán resistir el resto de la crisis sin que personas y empresas desvinculadas de nuestra profesión aprovechen para introducirse en la farmacia comunitaria y desplacen a los farmacéuticos de los centros de decisión.

Pese a todo, la farmacia resiste, y este hecho debe suponer una inyección de optimismo en una época en que el desánimo parece haberse impuesto y en que las malas noticias se amontonan y suceden. La farmacia española, con todos sus problemas, mantiene una salud no desdeñable, pues 5 años de crisis la han dañado, pero no han sustituido el actual modelo (en manos de los farmacéuticos) por otro en el que sus criterios e intereses cederían ante posturas proclives a la libre empresa y el libre mercado. Los farmacéuticos garantizan que el criterio predominante sea a la vez profesional y sanitario, y hay que celebrar que la crisis, a pesar de su gravedad, no haya conseguido desmantelar el actual modelo farmacéutico. Insisto: la farmacia resiste, y hemos de congratularnos.

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