Sólo tengo que echar la vista atrás un corto intervalo de tiempo. Cinco años. Bueno, es posible que el tiempo pase más rápido de lo que pensamos, pero aún puedo imaginarme ahí como uno de los niños que desde hace unos años acuden a la Facultad de Farmacia de la UAH con más ilusiones que ideas acerca de la vida universitaria. Ése fue el motivo de la reflexión que se llevó a cabo para instaurar uno de los programas de promoción más interesantes que se pueden realizar en una universidad: «Jornadas de puertas abiertas».
Pero, ¿en qué consiste esto?
Las jornadas son un atractivo para los diferentes institutos y colegios de la región de Madrid que deciden pasar un día en nuestras manos. La Universidad confecciona un calendario, dentro del cual se da cabida a más de 100 centros cada año, y durante este día se enseña cada rincón de este espacio de educación superior. Los alumnos se dividen en varios itinerarios según sus especialidades, y por tanto van a visitar aquellas Facultades más acordes con sus preferencias. En nuestro caso personal, la visita se complementa con un tour por Medicina, Ambientales, Biológicas y Químicas, junto con un pequeño desayuno para reponer fuerzas.
La labor que, junto al Decanato, realiza la Delegación de Alumnos (no puedo dejar de nombrar a María, Amalia y Natalia. Gracias, sin vosotras no sería posible) es ofrecer la visión más cercana de nuestra carrera y profesión. Muchas veces una gran desconocida.
Puede que la mismas dudas que sobrevuelen sus cabezas fueran las mías en aquel momento. Muchas veces, y debido a un número pequeño de compañeros, la imagen que se ofrece del farmacéutico a la sociedad no está alejada de aquella persona que se encuentra detrás de un mostrador limitándose a buscar en un cajón el medicamento que el médico ha recetado y, en el afortunado caso de que lo tenga, recortando con un cúter un código de barras. Os asombraría la cantidad de estudiantes de bachillerato que relacionan esta profesión con gestos tan banales.
Por la experiencia, ya durante años en el proyecto, se ha constatado que la nuestra no es una carrera demasiado vocacional. Solo un 1% de los alumnos que hemos recibido han contestado antes de nuestra tarea informativa que tienen ganas de realizar la carrera de Farmacia, lo que contrasta con la cifra de más del 30% que desean entrar en Medicina. Sin embargo, puede que este bajo porcentaje se deba principalmente al desconocimiento. Es asombroso ver las caras que ponen y que dicen, claramente, que no se habían parado a pensar que un farmacéutico es un profesional multidisciplinar con numerosos ámbitos de actuación. Sólo conseguir que tras asimilar esta información su percepción varíe a «esto puede ser interesante, vaya» es más que motivo de satisfacción.
Sus preguntas saltan de las más corrientes –como puede ser la última nota de corte, o las horas de clase que se imparten al día, genéricas y que repiten hasta la saciedad cada vez que alguien les habla de una titulación– a otras más personalizadas, como indagar si los conocimientos de mates o física que se imparten son tan temidos como se cuentan. Pocas preguntas versan sobre labores de representación estudiantil, donde se puede ver carencias en este aspecto, o en asociacionismo estudiantil, sobre lo que podríamos hablar largo y tendido.
No podemos continuar siendo la puerta trasera por la que entran los que se sienten frustrados por no haber sido aceptados en Medicina, ni una carrera que se convierte en una mezcla imposible de amasar de tantos campos como queramos fragmentar la ciencia sanitaria. Debemos dar un paso al frente, y consolidar nuestra carrera como una llave que abre numerosas puertas. Pero deben ser puertas con nombre propio escrito en el buzón.
Nosotros, por el momento, seguiremos recibiendo chicos que, como yo y muchos de vosotros, llegan por primera vez a la Universidad y no saben ni siquiera qué preguntar. Realzaremos la profesión creyendo firmemente en el compromiso con ella de nuestros compañeros y utilizaremos, además, esta oportunidad como punto de partida de la labor de la Delegación de Alumnos en integración de nuevos alumnos a la vida académica y lúdica de la Universidad.
Este reto ha sido una oportunidad de desarrollo tanto personal como profesional. Ciertas cosas no se aprenden en las aulas. Hablar en público, contestar preguntas inesperadas o incluso modular la voz para conseguir decir algo que es duro de una forma que no lo parezca tanto son estrategias que poco a poco y con el paso de los días voy afianzando. Sentirse vivo en la comunidad universitaria es otro de los placeres, y por último el reto de intentar mantener esa inocencia e ilusión que se mina muchas veces al pasar al impredecible y confuso mundo laboral.