En 1965, Bob Dylan sorprendió a todos sacando al escenario del festival folk de Newport una guitarra eléctrica. Quería innovar, ofrecer algo diferente a su público, una mezcla del folk con el rock. La idea parecía buena, pero le llovieron críticas por todos lados. Ya en la misma actuación recibió abucheos, y sólo llegó a interpretar tres canciones (a saber si por problemas técnicos o por el rechazo del público asistente).
Dylan llegó al festival como icono de la canción protesta. Importantes temas en acústico le respaldaban. Pero decidió cambiar y sorprendió a todos con un sonido diferente, un sonido eléctrico. Aunque la primera reacción fue de rechazo, Dylan no se echó atrás y acabó convenciendo a todos (o a casi todos), marcando un antes y un después en la música. Y de ese cambio, de esa evolución, se beneficiaron tanto el folk como el rock.
Tal vez, pese a ser muy joven (24 añitos por aquel entonces), no se imaginaba seguir siempre con el sota, caballo y rey que la sociedad demandaba de la música folk por aquel entonces. Vió un hueco que debía cubrirse. El inicio fue duro, pero perseveró y el resto es historia.
De igual modo, en los inicios del rock las canciones estaban muy encasilladas. Se trataba básicamente de si «quiero a una chica» o si «me ha dejado una chica». Luego evolucionaron, ofreciendo a la sociedad nuevas posibilidades. Las letras y las melodías fueron abarcando otros temas.
Así, por ejemplo, en 1984, Alphaville soñaba con ser joven toda la eternidad o morir antes de envejecer, tal como canta en su canción Forever young. Por contra, dos años más tarde, Freddy Mercury parecía contestarle desde otro prisma, preguntándose si valía la pena vivir para siempre...
¿Podría establecerse un paralelismo entre la música y la farmacia? Es obvio que las farmacias han evolucionado una barbaridad desde sus inicios. La farmacia pasó de ser la elaboradora de los fármacos a ser una dispensadora. La creciente demanda de la sociedad hizo que los medicamentos industriales, elaborados en grandes cantidades por los laboratorios, fueran desplazando a los preparados y a las formulaciones magistrales. Más adelante, la demanda de medicamentos accesibles a un precio lo más ajustado posible provocó la aparición de los genéricos...
Cada evolución ha servido para ofrecer un mejor servicio, para atender una nueva demanda de la sociedad. También cada evolución ha sufrido un rechazo o una desconfianza inicial. Pero lo importante en todos los cambios es que nunca desaparezca la esencia. Ahí está la clave. Mantener el objetivo principal de la profesión, la atención personalizada y directa con la persona y su salud.
La farmacia evoluciona y se adapta a las necesidades de la sociedad. Y lo hace tanto desde un punto de vista tecnológico, como desde el punto de vista de las necesidades intrínsecas del individuo (personas más informadas y más preocupadas por su salud). Así, la farmacia se adapta y perdura como un centro donde no sólo se va a buscar medicamentos, también productos para el cuidado de la salud, asesoramiento, etc. Y ahí está la farmacia, con guitarra eléctrica o acústica, ayudando a envejecer con calidad de vida, sin perder su esencia: la persona y salud.