No tenemos otro remedio que confiar en los conocimientos de los que deciden sobre la estrategia terapéutica que más nos conviene según su sesudo criterio, pero no es de recibo que esos no hagan, al menos de vez en cuando, algo tan lógico como preguntar a quien es el protagonista principal de la película: ¿y usted, cómo se encuentra?
De los pacientes, como indica su nombre, se puede esperar paciencia, incluso que se parezcan a Job, pero en ningún caso podemos exigirles sumisión, ni que acepten que el tratamiento se administre en píldoras del tamaño de una rueda de molino.
La verdad es que algunos síntomas han dejado de ser tan molestos y que las perspectivas actuales van un poco más allá del tanatorio que es el horizonte que se vislumbraba hace unos años, pero el estado del paciente continúa siendo grave.
Las farmacias, como no podría ser de otro modo, son un paciente más en esta historia. Con la paciencia infinita de Job han resistido una dura crisis y ahora que los tiempos son algo mejores buscan alguna respuesta a sus temores, algo de comprensión. Es normal que sea así. Algunos también creen que lo que realmente necesitan es una fórmula que les aleje del estancamiento en el que se ha instalado el sector. Son los que reclaman iniciativa, orgullo, ambición, convicción, los que predican que el futuro está en sus propias manos.
Aunque esta actitud es positiva y necesaria, no es recomendable creer que sólo se trata de eso. Las cosas son mucho menos épicas, más comunes, más prosaicas. Se trata de estar atento a las oportunidades, analizar los huecos no ocupados y proponer ofertas más competitivas. Algo tan lógico en el mundo en el que vivimos, pero que no todos logran.