Existen métodos para intentar superar una crisis. Seguro que existen para la que estamos soportando, aunque a veces parece que nos empeñemos más en discutir sobre ellos que en arremangarnos en la tarea. Del mismo modo, también existen métodos para favorecer que las crisis duren más de lo que deberían durar.

Uno de ésos, uno de los más habituales, es centrar la mirada en los síntomas de la enfermedad sin tener en cuenta los signos, aunque leves, de la deseada recuperación. Esa ceguera selectiva teñida por un pesimismo esencial, que de ninguna manera debe confundirse con el realismo racional, no debe impedirnos celebrar el éxito que una vez más va a representar la celebración de la 27.ª edición del congreso y salón Infarma.

Este evento profesional anual ya se ha convertido en el punto de encuentro imprescindible de profesionales que quieren estar al día de las grandes cuestiones que afectan al sector y a la vez en el foro comercial de las empresas que operan en un sector que, a pesar de las drásticas disminuciones de facturación y de los retrasos en los pagos, ha demostrado que es capaz de resistir y que mantiene la esperanza y el optimismo imprescindibles para construir un futuro profesional y empresarial.

Los datos son concluyentes y coherentes con el optimismo: 7.500 m2 de stands feriales vendidos y más de 220 ponentes que participarán en las 10 mesas redondas y más de 60 aulas activas del congreso son las grandes cifras, unas cifras que se espera que se vean acompañadas con un número récord de congresistas y de visitantes feriales.
Ni el cambio de ubicación desde la céntrica Plaza de España al moderno y funcional recinto ferial de Gran Vía ha significado un traspiés para Infarma, lo que no deja de ser una buena metáfora para los tiempos que vivimos, aunque desmienta en parte a San Ignacio de Loyola cuando nos aconsejaba que en tiempos de tribulación no hacer mudanzas. Debe de ser que los Santos también se equivocan.

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