El debate sobre la forma de pago, llevado en esos días casi a extremos deontológicos, hoy se ha transformado en un tema banal. Sin embargo, la otra cuestión, la del servicio a domicilio, no se ha normalizado y continúa enquistada. En un momento en el que aparecen nuevos actores y nuevas realidades sociales que ponen encima de la mesa esta vieja cuestión, el sector debería entender que las normas deben adaptarse a una sociedad que nada tiene que ver con la que existía entonces.
La evolución drástica de los nuevos sistemas logísticos está introduciendo nuevas variables que modulan el valor añadido de la distribución capilar de las oficinas de farmacia. Sobre esa cuestión, ya de por sí importante, también influyen de forma clara en el nuevo escenario otras circunstancias como la irrupción explosiva de los medicamentos que se dispensan ambulatoriamente en la farmacia de hospital, la posibilidad de nuevas formas de retribución, el papel ampliado de otros profesionales como las enfermeras en la prescripción de medicamentos y en el seguimiento de los pacientes, y un creciente empoderamiento de los mismos.
La farmacia de hospital se plantea sin complejos sistemas de «home delivery», mientras la farmacia comunitaria corre el riesgo de enrocarse en una normativa de anteayer. La atención farmacéutica domiciliaria será una realidad que llegará tarde o temprano y que convivirá con la prestación en la oficina, porque la oficina de farmacia debería iniciar con urgencia el análisis de la situación para poder elaborar propuestas concretas que le impidan quedarse fuera de juego. Debería decidir quiénes son los agentes con los que establecer colaboración profesional y técnica, cómo y cuánto se cobra por el servicio, qué inversiones tecnológicas son necesarias, cómo se asignan los pacientes a las farmacias, qué requisitos son necesarios para poder prestar el servicio, y muchos otros aspectos realmente más importantes para el desarrollo competitivo del sector que los que pueden plantearse con visiones más cortoplacistas de la situación.
Algunos dicen que aún falta tiempo para que todos estos cambios lleguen, si es que llegan; que la legislación actual no lo permite, y que, queriendo innovar, existe el riesgo de perder lo que ya se tiene. Quien no se conforma es porque no quiere, ¿no?