Cualquier actividad vinculada con el gasto público está sujeta a la posibilidad de que lo que es previsible sea obviado, atendiendo a razones de interés general. Éste es un latiguillo que en el mundo del medicamento conocemos muy bien, porque ha servido para que en épocas de bonanza y declive económico se hayan tomado medidas para controlar el gasto farmacéutico. De esta manera, el mercado, que en 2010 se cifraba en 12.300 millones de euros, ha terminado 2014 con poco más de 9.300 millones. Eso sí, con un copago que ha pasado del 5,5 al 17%.
Nuestra situación como sector, aunque no ha empeorado durante el año 2014, económicamente tampoco ha mejorado. Digamos que vivimos en un impasse que probablemente no cambie hasta las próximas elecciones generales, en las que, en función de los resultados, tendremos gobiernos de una diferente sensibilidad sobre lo que puede ser la gestión del medicamento.
Y mientras, ¿qué podemos hacer? ¿Qué pueden hacer nuestros representantes ante las instituciones y la Administración? ¿Qué pueden hacer aquellos que en el sector, desde otras órbitas, se ocupan de nuestros intereses ante aquellos que tienen una importancia capital en nuestro futuro? Yo abogo por dos cuestiones prioritarias. Una, hablar, analizar y fortalecer lazos entre nosotros los farmacéuticos, la industria y la distribución, porque tenemos objetivos comunes, aunque a veces caminos diferentes. Y la segunda, que es necesario que promovamos alternativas a nuestro futuro (al margen de quien gobierne) e iniciativas que proponga el sector.
Hechos como ligar el aumento del gasto farmacéutico al crecimiento del PIB o trabajar para que las tasas que estamos pagando por realizar nuestro ejercicio profesional en oficinas de farmacia desaparezcan, o intentar que los medicamentos hospitalarios vuelvan a las farmacias con un tratamiento similar al que tienen en los hospitales, los medicamentos con precio por encima de 120 euros PVL, o ir aumentando el arsenal terapéutico que conforman los medicamentos publicitarios, son temas que han venido surgiendo, que algunos seguimos apoyando, pero que es necesario que conformen un cuerpo de doctrina en el que hay lazos comunes entre todos los agentes del medicamento, más estrechos de lo que a veces creemos por nuestra práctica diaria. Y ahí todos los agentes del sector tienen que encontrarse, porque todos son necesarios.
El sosiego de estos meses puede venir bien para establecer esas complicidades necesarias para la consecución de objetivos que legítimamente perseguimos. Mejorar la posición económica de la oficina de farmacia, vincular nuestro proyecto profesional a la asunción de competencias vinculadas al desarrollo de los servicios profesionales, establecer un vademécum de especialidades publicitarias que nos permita desarrollar una política sanitaria en las farmacias y colaborar con los otros agentes del sector en desarrollar políticas comunes que den solidez a nuestro proyecto sería lo deseable e inteligente ante una serie de procesos electorales que pueden dar como resultado una incertidumbre que, en este momento, yo aprecio como complicada para nuestros intereses.
Esta reflexión me parece pertinente en estos momentos porque la estabilidad y el sosiego ayudan a entender que los proyectos a largo plazo siempre tienen un día a día imprescindible.
Estabilidad y sosiego
Desde el punto de vista profesional, el último ejercicio ha tenido una característica que por fin hemos obtenido, después de cuatro años convulsos: una cierta estabilidad. El gasto farmacéutico se ha estabilizado; por tanto, el declive de la factura farmacéutica no ha seguido el rumbo de años anteriores, las medidas administrativas vinculadas básicamente al Decreto de Precios de Referencia han constituido un marco previsible de control del gasto y, por primera vez, en los últimos años el mercado de los medicamentos publicitarios ha crecido de una forma apreciable. Todo ello conforma un marco razonable que permite referenciar el futuro desde un punto de vista racional con cierto sosiego.