Eduardo Satué de Velasco
Farmacéutico comunitario en Maella (Zaragoza) y presidente de SEFAC en Aragón
La sesión impartida por Vicente J. Baixauli, vicepresidente de SEFAC, en el V Congreso de Farmacéuticos Comunitarios sobre modelo retributivo tuvo una asistencia masiva y un eco mediático importante, buena prueba de la actualidad del debate. En la sesión de preguntas, un presidente colegial planteó que el modelo propuesto supone un suelo donde apoyarse el farmacéutico, refiriéndose claramente al plano económico, independizándolo de las sucesivas bajadas de precios. Sin embargo, creo que su aseveración va mucho más allá del mero plano económico. Se trata efectivamente de un suelo en todos los sentidos, incluyendo el más importante, el profesional.
El siglo XXI es el siglo de la gestión del conocimiento. Ese es el valor añadido –relacionado con las necesidades de quien utiliza los medicamentos– que se demanda y se pide. Las profesiones que no sean capaces de integrar esta realidad se verán abocadas a la marginación e incluso la desaparición. Ya no basta con dar acceso a toda la población al fármaco de calidad, principal logro de la farmacia del siglo XX. Hoy, la demanda es el mejor uso posible del mismo y por lo que la sociedad está dispuesta a pagar un plus. Ese es el reto integral de la farmacia actual. Pero esto no se logrará añadiendo parches al actual modelo de farmacia. Implica un cambio de paradigma, de objetivo, de prioridades, de formas de hacer. Implica un cambio ineludible de sistema retributivo que le oriente en esa dirección.
La tarea hoy es diferente de la de hace 50 años. Ya no puedo usar las mismas herramientas de la misma forma que la farmacia del siglo pasado no usaba las mismas herramientas ni el mismo modelo que las del siglo XIX. Y ese cambio ya está tardando. Todos somos conscientes de que la farmacia comunitaria está retrocediendo en competencias, en responsabilidades, en capacidad económica. Sólo hay que ver el goteo de fármacos derivados a centros de salud y hospitales. Nadie puede negar que esta crisis está afectando a muchos sectores y sólo seguirán adelante los que se adapten a la nueva situación, porque aunque muchos sueñen con que una vez pasada la crisis las aguas volverán a su cauce, ya nada será como antes. Ni a escala política, ni social ni tampoco en la farmacia comunitaria. Aquellos que defienden no moverse porque el mercado volverá a subir esperan en vano porque aunque el mercado subiera, la cuestión es si la sociedad contaría con nosotros o con otros. Los nuevos tratamientos biotecnológicos irán por la prestación de servicios asociados. Si no somos capaces de hacerlo de manera eficiente, desapareceremos de la ecuación y otros lo harán.
El cambio de modelo retributivo sólo es la base desde la que ir construyendo la farmacia del siglo XXI: una farmacia orientada al paciente, no al producto, centrada en servicios eficaces y de alto valor añadido relacionados con el medicamento, profundamente interrelacionada con el resto de profesionales sanitarios y abierta a los sucesivos avances tecnológicos y profesionales que la ciencia no va a dejar de mostrarnos.
Fernando Redondo Montoro
Presidente de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE)
Sin duda el mayor problema de la farmacia española no es el modelo retributivo, pero lo cierto es que el debate se ha planteado. Quizá quienes promovieron la controversia debieran explicar el porqué y el momento.
En primer lugar creo que el planteamiento surge en una dirección equivocada; ante una situación de angustia en la que se aprecia una caída de los márgenes operativos, se intenta desarrollar una idea cuyo objeto es recobrar los mismos y recuperar la viabilidad económica de la oficina de farmacia o incluso mejorarlos. Pero no perdamos de vista que el recorte de precios y márgenes viene impuesto por una falta de liquidez en las cuentas públicas. Si la Administración no puede hacerse cargo de la factura de medicamentos, no pensemos de forma cándida que, si nos pagan por otro concepto, entonces sí cobraríamos. La dificultad sería la misma o mayor.
A grandes rasgos se plantea cobrar por la dispensación atendiendo a dos conceptos: un margen fijo y un margen operativo, ambos completados con algunos factores de corrección, no sin componentes cosméticos para que a todos les pudiera parecer atractiva.
Curiosamente, el margen fijo se propone como pago por acto de dispensación, sea cual sea ésta, y se han llegado a indicar cantidades para este margen fijo que más bien parecen calculadas para que cualquier farmacéutico con calculadora en la mano vea la salvación en la propuesta. Si esto se implantara, el margen fijo lo determinaría la Administración en función de sus recursos. No parece acertado.
Por otro lado, en compensación al anterior, se establece un margen exiguo sobre el precio del medicamento para la adquisición, administración y custodia.
Decididamente, aparte de no encontrarnos en el momento más idóneo para plantear este tipo de debates, la idea en sí me parece descabellada, sigue dependiendo de los recursos públicos y de la decisión de las administraciones públicas, no veo pues ventaja ninguna. Sin embargo, la propuesta sí tiene un inconveniente claro para la farmacia, la política de precios de la industria tendría una repercusión mínima en el precio final del medicamento e incluso ciertos incrementos serían absorbidos por la propia farmacia.
El espacio no me permite profundizar más, pero cualquier otro factor a analizar de la propuesta me conduce a conclusiones parecidas.
Nuestra lucha debe ir encaminada a recuperar nuestro margen operativo. Este margen, tan depauperado por las continuas y acumulativas disposiciones legales, que, si bien todas se planteaban como medidas excepcionales y temporales, se han ido enquistando y restando la capacidad económica de la farmacia. Pero un margen justo (en términos de justicia) que permita a la farmacia mantenerla en sus niveles de calidad en constante progreso, realizar inversiones dirigidas a la mejora de la prestación, mantener el empleo y por supuesto estimular la idónea gestión de nuestro almacén, estimulando una amplia cobertura de medicamentos que puedan atender todas las necesidades, como digo este justo margen es el imprescindible.
A la recuperación de este margen debemos unir mejoras constantes en eficiencia que permitan a su vez la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud, arbitrar mecanismos de colaboración (no imposición) de todos los agentes de la cadena del medicamento que permitan cuidar a la niña de nuestros ojos: nuestra sanidad y particularmente la prestación farmacéutica.
No es necesario cambiar el sistema retributivo, sí revisar el margen con criterios reales de sostenibilidad.