De la bonanza al cierre o… al cambio
Ana María Quintas
Presidenta de SEMEFARTE (Sociedad Española Médico-Farmacéutica de Terapias Emergentes
Para contestar a esta pregunta tenemos que tener presente tres cuestiones clave y cuyo análisis pretendo desarrollar, de forma somera, en este breve artículo.
La primera pregunta que debemos formularnos es ¿de dónde venimos? y la respuesta es obvia: de tiempos de bonanza. Tiempos que condujeron a la pérdida de sectores de actividad en los que la farmacia ostentaba una cierta exclusividad, como el de la fitoterapia, la alimentación infantil, etc., sustentada por criterios de profesionalidad y calidad. Tiempos que condujeron al conformismo en los servicios prestados y a la despreocupación por la incorporación de nuevas actividades que apuntaban ya de forma incipiente, y como siempre pasa, «camarón que se duerme le lleva la corriente».
Nuestra mayor preocupación y ocupación era la asistencia al paciente enfermo y sus recetas, que generaban los suficientes recursos para mantener la estructura de forma holgada y ojo, no estoy diciendo que esa preocupación no sea indispensable, pero a mi juicio se trata de condiciones de mínimos y el dedicar todos nuestros esfuerzos a ese proceso ha mermado nuestras capacidades como gestores de la actividad empresarial y como profesionales de la salud. Solo hay que recordar que ya han pasado doce años desde la aplicación del Real Decreto-ley 5/2000 que supuso la primera llamada de atención a una situación que no ha hecho más que empeorar con el paso del tiempo.
¿Dónde estamos? Es la segunda pregunta que debemos contestar antes de poder determinar a dónde nos dirigimos y la respuesta también es obvia: en crisis. Crisis económica que nos ha llevado a la descapitalización y, lo más grave, que ha puesto de manifiesto la fragilidad del sistema. Nuestros ingresos decaen sucesivamente, y no por falta de demanda, al tiempo que los gastos se mantienen o incrementan por imperativo legal. Hay medicamentos con un precio inferior al de los caramelos, con un margen probablemente también inferior y que además deben cumplir rigurosos y numerosos requisitos a su paso por la oficina de farmacia.
La crisis que estamos viviendo comporta, además, una crisis de valores. El valor que se le da a la salud y la atención sanitaria está cambiando no solamente desde el punto de vista de la Administración –y los sucesivos recortes son una prueba de la inviabilidad del sistema–, sino desde la propia sociedad que reclama nuevas alternativas. El ejemplo de Suiza es claro a este respecto, la voluntad popular manifestada en la recogida de firmas primero y el referéndum después ha propiciado la incorporación de determinadas terapias de las denominadas alternativas o complementarias a su sistema de salud.
Con estos antecedentes, estamos en condiciones de plantearnos la tercera pregunta: ¿A dónde vamos? Aquí también la respuesta es obvia: al cierre de la oficina de farmacia o al cambio en la apuesta.
Al cierre ya han llegado algunos de nuestros compañeros y, lo que es peor, son muchos más los que ni siquiera saben que están en ello. El cambio supone una oportunidad para la farmacia apostando por la profesionalidad basada en el conocimiento, que dé respuesta a la demanda plural de la sociedad. No debemos olvidar que por la oficina de farmacia pasan tanto sanos como enfermos y son todavía pocas las iniciativas encaminadas a la promoción de la salud.
Si a esta apuesta por la profesionalidad sumamos una gestión eficiente de los recursos y el incremento de la productividad derivada de la introducción de nuevos sistemas, sirva el Sistema Lean Management como ejemplo, estaremos en condiciones de hacer lo más importante: abrir nuestra mente y capacidades al mundo de las terapias no convencionales.
La farmacia ha muerto, viva la farmacia
Andrés Navarro
Farmacéutico comunitario
Nos hallamos sumidos en un gran pesimismo, indignados por ver que estamos en un estado que no hemos buscado, una generación que ha heredado unas oficinas de farmacia que han resuelto la más o menos ideal distribución para que el medicamento llegue en las mejores condiciones y con el consejo adecuado al usuario, paciente o no.
El medicamento es el resultado de un acto médico; como decía un médico de Médicos sin Fronteras: «El médico no es nada sin el medicamento».
Ahora bien, en el siglo XXI no podemos utilizar los mismos medios que en el pasado, los hábitos de vida, la sociedad... todo ha cambiado. Se ha transformado con innovación la galénica; con respecto a la información el paciente comprende las indicaciones, otra cosa es que las cumpla. Aquí está nuestro papel y misión como especialistas.
Se cambió la galénica del secundum artem por los protocolos. Se adecuó y cambió el concepto de salud ampliándolo y viéndolo como un todo.
Se dirá que este cambio es idílico, virtual, quimérico, pero cuando nos damos cuenta de que somos más de lo que pensamos, que creemos en un presente y futuro mejor, más duradero, más profesional y que lucharemos por unos servicios que nos diferencian a unos de otros, para que el paciente no tenga prisa cuando viene a la oficina de farmacia, que valore y distinga la farmacia próxima del centro de salud emisor de recetas y que esos servicios sean satisfechos por el usuario o por la Administración, que se ponga en valor el acto de la dispensación y finalice la dispensación muda. Entonces estaremos en el camino... y se hace camino al andar y así justificaremos nuestra admirada profesión.
En estos momentos difíciles tenemos que pensar que este modelo actual ha muerto o, en nuestro idioma farmacéutico, se ha encapsulado, está en espora y tiene que renacer un microorganismo nuevo. Tengamos imaginación y a por ello.
Es hora de terminar con el individualismo farmacéutico y de buscar colaboración mutua entre profesionales del mundo de la farmacia. Todos vamos en el mismo barco, mejor remar juntos compartiendo las experiencias que nos enriquecen para avanzar.
Luchemos por nuestra profesión, analicemos los problemas, no solo los económicos, que son muchos y de nosotros no dependen.
No podemos volver atrás, ni perder el tiempo en pensar que antes vivíamos mejor. Mientras unos se quejan, otros siguen caminando. Y hay que caminar con ilusión. La crisis es dura para todos los sectores, y solo hay dos opciones, o reinventarnos o quedarnos atrás siendo sustituidos. Yo prefiero la primera opción. Estos últimos años han servido para obligarnos a despertar de nuestro letargo. Nos obligan a darnos cuenta de que debemos aportar un alto valor a la sociedad, a hacernos imprescindibles. ¿Cómo lograr esto? Con ilusión, Inventando nuevas técnicas de información, llegando aún más al paciente con nuevas tecnologías, creando servicios y atención que solo pueda encontrar un paciente en una oficina de farmacia.
Siendo positivo, para mí la crisis sí que es una oportunidad, pues quizá sin ella no estaríamos reinventándonos, ilusionándonos, formándonos... soñando con una farmacia mejor.