Los que las usan sin ser conscientes de esta cualidad tienen la gran suerte de que la inconsciencia también campa a sus anchas en muchos rincones de los que las escuchan o leen, porque prefieren entender lo que ya les conviene ver u oír. Esta suerte tiene su fecha de caducidad, sólo sirve a corto plazo porque la realidad es tan tozuda como la gravedad y todas las manzanas acaban cayendo; al menos hasta ahora ninguna ha desmentido a Newton.
Los procesos de cambio son largos y a menudo tortuosos. Deben sortear barreras intelectuales y otras muchas, construidas sobre los cimientos de los intereses, además de necesitar que muchos actores, incluso reconociendo la conveniencia de asumirlos, tengan que abandonar su zona de confort.
Éstos son los motivos por los que, demasiado a menudo, los cambios se disfrazan equivocadamente de reivindicación de supuestos derechos perdidos. Una forma de proceder que lo que realmente pretende es evitar la cuesta que necesariamente debe ser subida. No es lo mismo reclamar que proponer. El objetivo puede ser el mismo, pero seguramente en la diferencia en el significado de ambas palabras está el éxito.
La farmacia comunitaria está inmersa, en todo el mundo, en un proceso constante de transformación para adaptarse a las nuevas necesidades de una sociedad que evoluciona de forma vertiginosa. En esta situación, esperar que la reclamación sea atendida es simplemente una ilusión o la expresión de un reflejo parecido al que tienen los avestruces.
Es tiempo de construir propuestas acordes con las necesidades, y lo es también de que los que sean capaces de liderar con prudencia, pero con convicción, la subida de la cuesta tomen las riendas de la expedición.
Reservemos las reclamaciones para las injusticias y arremanguémonos en la elaboración de propuestas que, aunque representen levantarnos del sofá, ensanchen el horizonte de nuestro futuro.