Según Miguel A. Gastelurrutia: «Es urgente que se pueda ofrecer a la farmacia comunitaria servicios asistenciales remunerados que permitan al farmacéutico romper esta espiral orientada al producto para que podamos acercarnos a la esencia de la farmacia comunitaria que no es otra que realizar una actividad clínica pensando en los pacientes». Para él, el origen del estancamiento está en la falta de oferta a la farmacia –parece claro que el SNS sería el ofertante al que se refiere– de una remuneración económica suficiente para estos servicios.
Después de un análisis de la historia reciente de la profesión y de la constatación de que no se ha producido el cambio paradigmático que supone sustituir como centro de la profesión el producto-medicamento por el paciente, el autor determina como causa de ese efecto no deseado la falta de retribución de esos posibles servicios profesionales.
Es incontestable que algunos servicios profesionales realizados en las oficinas de farmacia aportan valor sanitario y que la red de farmacias, tan exprimida logísticamente, está desaprovechada sanitariamente, pero es arriesgado extrapolar automáticamente los resultados de las experiencias realizadas a todo un colectivo que tan a menudo y de forma ligera denominamos sector como un todo homogéneo. Cuando se ha demostrado que es un colectivo muy diverso en sus vocaciones, aspiraciones e intereses.
El sector debería plantearse de manera clara y sin miedos estériles que es diverso y que no todas las farmacias quieren o les conviene lo mismo. No es necesario para el sistema sanitario que todas ofrezcan los mismos servicios. La diferenciación de farmacias favorecería la implantación de servicios y, a la vez, sería preciso proponer algunas actuaciones de baja complejidad ligadas a la dispensación de medicamentos que podrían realizarse en todas ellas, reforzando así el papel sanitario de la red. La implantación de la receta electrónica y la red tecnológica que la soporta es una oportunidad de oro para conseguir este objetivo, aunque no parece tampoco que esta línea de trabajo avance con la velocidad adecuada.
Más allá de esa hipotética oferta de remuneración, el sector debe proponer actuaciones profesionales de baja complejidad, pero de gran implantación, que aporten claros beneficios sanitarios; proponer un sistema de remuneración mixto que sea más coherente con la función profesional que pretende ofrecer y que traslade un mensaje más diáfano de su cambio de visión; explorar sistemas de colaboración en el ámbito de los medicamentos que se dispensan en la farmacia hospitalaria sin intermediar en la compra de los mismos; asumir que no es probable que la remuneración de los servicios sea la parte fundamental de su cuenta de beneficios; reflexionar y proponer cambios en el modelo que mitiguen la gran desigualdad entre farmacias y solucionen la absoluta imposibilidad de las más desfavorecidas para ofrecer algún servicio más allá de la propia dispensación. Debe proponer más y esperar menos.