El gol de la victoria

EF484 TERTULIA

Para facilitar la resaca de tanto outsider, una tertulia sobre cómo la Real Academia Española (la de la Lengua, of course) incorpora a su diccionario anglicismos y neologismos de origen anglosajón. De una charla con un viejo amigo, Darío Villanueva, secretario de la RAE. 

Igual que un hombre viaja con su maleta, cada producto o concepto viaja con su palabra y mientras llega el chino el inglés es el esperanto/equipaje del siglo XXI. Whisky: la Academia lanzó un neologismo con la forma gráfica adaptada al español, güisqui, pero nadie lo escribió así. Otro ejemplo, disc-jockey: se intentó lo de pinchadiscos pero fue efímero, coloquialmente es DJ, diyi, no dejota. El inglés ganó la Segunda Guerra Mundial, pero su poder ya navegaba desde mucho antes a bordo de la Armada británica (parco consuelo el que army venga de armada). Es absolutamente normal que los idiomas se presten términos entre sí, y más normal aún que sean los países preponderantes los que más términos exporten. Puro marxismo: «La cultura dominante es la del país dominante». Y más aún cuando el dominio es tecnológico, las nuevas tecnologías abren mundos no nacidos y al recién nacido hay que bautizarlo. En inglés nominarlo, darle nombre. En el diccionario está módem, término en desuso pues el artefacto está pasado de moda, pero no blog, esa moda de contar a diario las propias miserias por Internet. La base de datos del diccionario se nutre de cuantas palabras aparecen o se pronuncian en los sitios más dispares, tanto como en los prospectos farmacéuticos, y el protocolo que se sigue para aceptarlas se basa en la frecuencia de uso en la sociedad (también en la insistencia de algún académico). Desde que goal es gol y el foot-ball se escribe fútbol, cientos de palabras procedentes del inglés han sido heredadas por el español. Algunas aceptadas oficialmente, lo que se llama anglicismos, como por ejemplo ketchup, y muchas otras han sufrido las alteraciones propias del uso del lenguaje en español y se han aceptado como neologismos, como por ejemplo eslogan que procede de slogan. Las que están fuera de toda posibilidad de canon, a pesar de ser mucho más divertidas, son las procedentes del espanglish, como por ejemplo «forsale» por piso de alquiler o «reina» por llueve. Las que sí son un problema, dejémoslo en lío, son las nuevas acepciones como por ejemplo «un book»: libro de fotos publicitarias sin ánimo de lectura. Dice Darío: «En la academia no hay ninguna preocupación purista con este asunto, todos los idiomas son el resultado de una comunicación lingüística, no supone ningún peligro ni desvirtúa la esencia de nuestro idioma». Los términos anglo adaptados de forma gráfica a la prosodia española ya nos son tan de la familia como lo son póquer, pedigrí, mánager y tantos otros. Las acepciones siguen siendo la alegría de la fiesta, gay es alegre y sinónimo de homosexual mientras que Gay es un ilustre apellido aragonés. Crack puede ser una droga, un deportista de extraordinaria calidad, un caballo que destaca en las carreras y cualquier excelencia que se nos ocurra. El diccionario se actualiza con el uso, pero la palabra más utilizada del mundo, ok (¿o es okey?), no la incluye en su registro. Ese feo remate de perfecto o afirmativo en tantas conversaciones. Por cierto, la interacción lingüística se homogeniza en el gol mediático de los deportes: Nike, o sea victoria, no es «naik» a la española ni «naiqui» a la americana, sino «nike» porque es voz griega. Nosotros también hacemos préstamos al inglés, pero uno, apellidándose Guerra, se deprime un tanto cuando descubre que el principal préstamo es guerrilla.