Si analizamos la situación con más detenimiento podemos intentar sacar algunas conclusiones más allá de lo que sería la importancia de estar en el candelero, que seguro que la tiene. Lo cierto es que el modelo de farmacia español está en franca minoría y que los valores que en principio defiende también los defienden farmacéuticos que ejercen en modelos regulatorios diametralmente opuestos al nuestro.
Deberíamos empezar a entender que no es posible asociar de forma unívoca modelo empresarial con ejercicio profesional. Es mucho más aconsejable e incluso homologable reflexionar sobre lo uno y lo otro de forma separada, sin complejos y sin mantras estereotipados.
La reflexión y el debate sobre el nuevo rol como profesional sanitario del farmacéutico comunitario (el que ejerce su profesión en el seno de la comunidad aprovechando su proximidad y accesibilidad) tienen muchos aspectos comunes en distintas sociedades y es la cuestión nuclear del debate profesional general que afecta a la inmensa mayoría. En el fondo, el futuro de la profesión, ejercida en el modelo que sea, se decidirá por el resultado de este debate.
Otras cuestiones más de índole organizativo y económico tienen poco en común entre colegas de distintos países y están condicionadas por las reglas, las costumbres, la historia y las políticas de cada país. Aunque estas cuestiones sean de extrema importancia para los afectados –los farmacéuticos–, en el fondo son temas locales que cada uno debe solucionar desde su propia plataforma y no esperar que en los foros internacionales se encuentren soluciones adaptables para cualquier sociedad.
Lo más razonable y lo más práctico es que cada palo aguante su vela, cualquier otra fórmula acaba complicándose innecesariamente.