Tres meses más tarde…
- ¿Qué tal?
- Mal… tolero muy mal lo que me mandó, me sienta fatal, náuseas, vómitos, malestar todo el día, vivo en el asco… para decirle la verdad, dejé de tomarlo hace unas semanas, no podía más…
- ¿Ah, sí? Pues no debería haberlo hecho. Si usted quiere que no se le rompan los huesos, debe tomarlo. De lo contrario tendrá fracturas, eso seguro.
- Pero…
- Mire, si no quiere tomarlo, es cosa suya. Yo le digo que tiene una enfermedad y que la única manera de tratarla es esta. Usted verá.
Caso 2
A la salida del hospital hay una gran plaza repleta de tráfico a hora punta. De repente algo empieza a movilizar corrientes de aire enormes, un ruido estrepitoso emerge del cielo azul. Se divisa un helicóptero que se aproxima a la plaza. El tráfico se interrumpe, los paseantes salen de su estado de tránsito furioso, se paran unos, se bajan de sus coches otros, todos alzan la vista.
Un equipo de médicos y enfermeros salen despavoridos por la puerta de urgencias al encuentro del helicóptero que aterriza en las inmediaciones del hospital con una persona en camilla dentro. Delante de la mirada atónita de una muchedumbre entregada como si se tratase de un espectáculo circense, tiene lugar la reanimación del paciente que es trasladado por el equipo al interior, para su estabilización. Tras el éxito de la operación, el estruendo de las hélices se mezcla con un apabullante aplauso de un gentío orgulloso. ¡Viva! «Vaya sanidad tenemos, ¡no nos la merecemos!».
Ambos casos son reales. En ambos, la tecnología sanitaria juega un rol preponderante. El caso 1 acaba con una mujer atravesando la experiencia de tomar una medicación cuya viviencia es negativa debido al miedo de que si no lo hace así acabará inválida. El caso 2 acaba con el fallecimiento del paciente unas semanas después de haberle practicado aquella espectacular reanimación cardiopulmonar. En el caso 1 nadie le comentó a la paciente todas las medidas dietéticas que podía implementar para prevenir fracturas en el futuro. Tampoco la educaron en cuanto a hábitos saludables. Demostrado está que el ejercicio físico, el baile, correr, caminar, son medidas altamente efectivas en la conservación del sistema musculo-esquelético. También obviaron comentarle que la medicación no ha demostrado científicamente que prevenga fracturas, solo que enlentece el resultado de la densitometría ósea en uno de entre miles de pacientes que la toman. Asociar de manera tan tajante su falta de adherencia al tratamiento con la fatalidad del desenlace es un supuesto, una hipótesis, comunicada de manera dogmática y desproporcionada con respecto a las pruebas científicas subyacentes. En el caso 1 no hubo diálogo. En el caso 2 hubo un deslumbramiento y un despliegue tecnológico que al final resultó infructuoso.
La reflexión es: ¿por qué identificamos como progreso únicamente el despliegue tecnológico sanitario y no algo tan básico como el diálogo real en las consultas? ¿Es que el desarrollo humano no es progreso? ¿Es que la ausencia de diálogo y la imposición de órdenes a través del miedo no es sub-desarrollo? Y al contrario, ¿es que la presencia de diálogo, ética y humanidad no es progreso? ¿Para qué un salvamento en helicóptero si luego se establecen dinámicas de poder con los pacientes? ¿Qué es un sistema sanitario moderno? ¿Un sistema hiperdotado de tecnología sanitaria pero carente de humanidad y ética?
El apunte que me gustaría lanzar es que el desarrollo tecnológico no nos puede cegar el juicio acerca de lo que es progreso. La ética, el diálogo y la humanidad también son progreso. Y también hay que financiarlos. Para que estos elementos humanistas estén en las consultas, hace falta tiempo. Dedicación. Y los indicadores asistenciales demuestran que no se les dedica tiempo suficiente a los pacientes. Por tanto, no nos dejemos entusiasmar solamente por los escáneres ultramodernos o las intervenciones quirúrgicas con bisturí automatizado. No solo. Aplaudamos también cuando conseguimos establecer una relación horizontal, honesta, ética y dialoguizante con nuestro equipo sanitario. Celebrémosolo. Reivindiquémoslo. Es tecnología punta: el acto amoroso en el cuidado.