Dos razones fueron fundamentales para ello: la primera fue mi ámbito familiar, donde algunas personas habían realizado los estudios en esta carrera y me alentaban a iniciarme en ella por sus salidas profesionales y por el interés de dichos estudios; la segunda, y quizá la definitiva, me llegó al realizar el bachillerato en el área de biosanitaria.
Las carreras que estaban relacionadas con químicas o biosanitaria me gustaban, pues me permitían conocer el cuerpo humano y su funcionamiento.
Cuando por fin me decidí por farmacia dudé sobre si debía ir a Pamplona a realizar mis estudios, donde vivía una tía mía que me ofrecía su casa, o quedarme en Vitoria. Al final me decidí por esta última por estar más cerca de Bilbao.
Pese a esta proximidad las jornadas eran duras. El viaje de ida y vuelta se sumaba a las horas de clase y a las prácticas. Ello implicaba iniciar el día a las seis y media de la mañana y, en época de prácticas, acabarlo sobre las nueve de la noche. La escasez de tiempo me llevó a buscar un alojamiento cerca de la facultad, como a tantos otros compañeros estudiantes.
Recuerdo los primeros días de clase. La facultad de farmacia me parecía enorme. Me sentía un extraño totalmente desubicado.
Empecé con ilusión, como todos, con miedo al cambio y a la novedad que farmacia significaba para mí, pero con unas ganas inmensas de aprender y de probarme a mí mismo ante el reto que la carrera significaba para mí.
También, he de decirlo, me sentía algo cohibido por el desconocimiento del mundo universitario.
Enseguida me vi lanzado a la vorágine de las asignaturas del primer cuatrimestre, y en los créditos requeridos para aprobar primero de carrera. Sin querer, pasé por alto que tan importante como el aprobado es ir adquiriendo conocimientos para, poco a poco, irme formando como personal sanitario al servicio de la sociedad.
Las primeras dificultades surgieron, cómo no, y tuve que adoptar mi método de estudio frente a ciertas asignaturas, pues el cambio era importante. Pese a ello, sigo adelante y no olvido que todo lo que merece la pena requiere esfuerzo y tesón.
Lo que más me motiva de farmacia es que satisface mi curiosidad e intriga respecto a la actuación de los fármacos en el mundo real. Cómo pueden ayudarnos a mejorar nuestro día a día. Tampoco olvido la oportunidad que me ha brindado de conocer a personas muy interesantes y que merecen la pena.
Desde mi punto de vista, es ésta una carrera que socialmente no se valora en su auténtica dimensión e interés o relevancia. En mi círculo de amigos se la consideraba una diplomatura para pasar. Nada más lejos, sus asignaturas entrañan la dificultad de toda materia interesante. Quiero destacar entre ellas las químicas orgánicas, farmacologías, química analítica y tecnologías farmacéuticas.
En cuanto a las salidas profesionales, tenemos un amplio abanico, tanto en la oficina de farmacia, para aconsejar al ciudadano de a pie, como en el hospital (ámbito en el cual no tengo mucha información). También en la industria farmacéutica, elaborando nuevas fórmulas. O en departamentos de investigación, trabajando en la mejora y desarrollo de nuevos fármacos. Los laboratorios de microbiología o depuración de aguas son otra salida.
Para concluir, sólo decir que me gustaría trabajar en un laboratorio, ya que me muevo bien entre su instrumental. Pero sea cual sea la salida profesional que se me ofrezca al término de mis estudios, he de decir que llevarlos a cabo habrá valido la pena.