Nunca es mal momento para hacer una férrea defensa de la universidad pública. Tampoco es raro que desde este rincón la defendamos. El Erasmus es para cualquier estudiante de educación superior, pero en Europa, y en España, los centros que pagamos todos aportan más alumnos al programa (que por cierto también pagamos todos).
Nada me hubiese gustado más hoy que irnos (a este viaje sí que iba a ir con ustedes) con Miguel Castillo. Aunque creo que a estas alturas del año no habrá nadie que no sepa quién es este gran señor lo explico.
Ya les conté en nuestra última cita que estamos de aniversario; 30 añazos ni más ni menos. Como en todos los aniversarios redondos, o como cualquier buen 1 de enero que se precie, es momento de hacer balances. De echar la vista atrás y estudiar universidades, dineros y destinos.
Veinte años no es nada, dice Gardel, que cada día canta mejor (y no lo digo, es algo conocido). Treinta tampoco es nada, al menos en el sentido que lo canta Carlitos (tampoco lo digo yo, es popular), pero es mucho para una iniciativa que nació como quien no quiere la cosa; a ver si salía. Y vaya si salió.
Es raro que no hayamos hablado de este tema en profundidad (y en esta revista se habla de este tema y muy bien además). Lo hemos soslayado como si las decisiones que afectan a Europa no tuviesen consecuencias en nuestro libro. Pero las tienen, y no precisamente pocas, porque, que uno de los 28 del club se vaya es importante y más aún si ese uno es de los que más lleva y más pinta, aunque siempre nos haya querido poco. Poco y mal.
Hace dos años rescaté estos versos de Benedetti para hablarles de Italia. 730 días después, tristemente, no necesito excusa para ir hasta allí. Hace unas semanas (dependerá de cuando lean esto) la tierra volvió a moverse debajo de nuestros vecinos y el goteo de muertos ha llegado casi hasta los 300.