Una Bolonia sin Bolonia

Siendo ustedes estudiantes, se darán cuenta que estamos en una época de cambio. Y no me refiero al mundo que nos rodea, que de eso yo no sé, sino al cambio en el plan de estudios.

Algunos de ustedes serán directamente alumnos del grado, pero otros muchos estarán atrapados en una carrera por la supervivencia para no tener que cambiar de plan. Según dónde cursen sus estudios la extinción es ya un hecho, o es una sombra que amenaza su título de licenciado, y que les obligará a terminar la carrera el curso siguiente si no quieren que su plan desaparezca. Visto desde la barrera, desde el punto de vista del que no se va a cambiar de plan, se observa lo mucho que se habla del Plan Bolonia, y siempre para mal. Si eliminamos las vicisitudes generales y el papel en que queda la universidad, y nos metemos de lleno en lo que concierne a nuestra carrera, veremos que el cambio no es tal. Las enseñanzas de Farmacia se han mantenido prácticamente como estaban; muy pocas asignaturas han desaparecido y las que no están en un curso ahora aparecen en otros años. La duración de la carrera es la misma; mientras que en muchas carreras la duración se ha reducido a cuatro años, la rama biosanitaria, por su carácter práctico, sigue gozando de los cinco años que tenía. Es más, la estructura sigue siendo la misma, cuatro cursos y medio de teoría y medio curso solo para realizar las prácticas tuteladas. A muchos de ustedes, por lo que se oye por los pasillos, les escuece el término graduado, al que consideran de menor nivel que el de licenciado. En todos los países de nuestro entorno se habla de graduados y grados, por lo que sólo tendremos que acostumbrarnos en España a que ambos términos describen lo mismo; aquel que ha cursado con éxito una carrera universitaria. Además, de aquí a pocos años, todos los que salgan de la universidad serán graduados, por lo que se diluirá el licenciado en un mar de gente con Grado. No olviden una cosa, con la que empiezo a acercarme a lo mío, si el día de mañana tienen ustedes idea de trabajar en el extranjero, el Grado es la solución: no tendrán que homologar el título y además tendrán todas las garantías de un plan de estudios homogéneo a nivel europeo. Podemos, y debemos, cuestionar otros temas en relación con el cambio de plan de estudios, y que el plan Bolonia no aborda, como los relativos a las dotaciones económicas que las universidades necesitan para acometer tal empresa, el reciclaje al que se supone obliga a los docentes y para el que no se han facilitado medios oficiales u otras relativas al profesorado, que quizá nos tocan menos1.

¿Homogéneo ha dicho? Pues sí, eso se supone que queremos, pero la realidad nos habla de muchas facultades en las que aún no hay plan Bolonia, y es de lo que quiero hablarles. Defiendo el Grado, desde mi creencia en construir Europa desde abajo y por su indudable empeño en fomentar la movilidad de estudiantes, uno de los puntos claros en el ADN del plan, pero tengo que informarles que si son estudiantes de Grado van a toparse con facultades a lo largo del viejo continente donde el proyecto se les está atragantando. La paradoja quiere que una de ellas sea Bolonia, desde donde salió el plan, y se ve que pusieron tanto empeño en que se copiase en todas partes lo que allí se habló, que se les olvidó quedarse el manuscrito original. Bolonia fue de los primeros sitios que visitamos2 y mi opinión acerca del Alma Mater no se ha movido ni un ápice, pero aún verán asignaturas anuales y clases magistrales allí. Es un problema que se extiende a otras facultades en Italia, donde se han empezado a usar los créditos ECTS (European Credit Transfer and Accumulation System), ya saben ese sistema en el que las horas de trabajo que se realicen en casa también cuenta, por ejemplo en la romana Sapienza o la vieja Perugia, que desde el 2007, por lo menos, tiene hasta los mismos horarios, se lo digo yo. En otros lugares, como en la piamontesa Turín, el Grado se ha puesto en marcha este curso, con un marcado carácter de internacionalizar la facultad, impartiéndose muchas clases en inglés (este hecho no les va a permitir ir a estudiar inglés a Turín, donde el idioma requerido para los Erasmus va a seguir siendo el italiano, pero es un paso).

Las universidades alemanas tampoco están en nuestra onda. Con todo lo que mandan en Europa, van a otro ritmo, al que ellos marcan, claro está. Sus planes de estudios son más ligeros, y comprenden menos créditos de duración. En algunos casos, como sucede en Friburgo, estos créditos representan la mitad de los que se cursan aquí. No quiero decir con esto que estudien poco, ni que su carrera sea peor. La docencia es distinta, y el enfoque que se hace de las asignaturas también. Hay muchas horas prácticas (muy bolonio) y mucho trabajo autónomo (también Bolonia pura). Además, tienen algo más que es muy de Bolonia, que son los semestres; anuncian su carrera como dividida en ocho semestres (es decir cuatro años). Evidentemente, semestres hay en todas las universidades, no es que sea otro invento alemán. Quiero decir con esto de que es muy Bolonia, que lo que se pretendía con el nuevo plan era facilitar las convalidaciones y eliminar las barreras burocráticas que ahora mismo sí que presenta la beca Erasmus. Si un alumno se iba el primer semestre de cuarto de carrera, le convalidarían el semestre completo independientemente de lo que cursara en el extranjero, porque se entendía que los programas eran similares.

Los planes en Francia están modificándose. En la experiencia de los últimos años, lo que un año estaba vigente, al siguiente ya no. Pese a esta integración al Espacio Europeo de Educación Superior, los planes de estudios de farmacia son muy distintos. Están compuestos de muchas pequeñas partes, que a lo mejor en nuestras facultades podrían ser tres temas de una asignatura, pero se tratan muy profundamente y están muy enfocados hacia la salud y enormemente relacionados entre sí, lo que permite hacerse una visión más global. La duración de la carrera no es ni cuatro, ni cinco años, ¡sino seis! (como ocurrió en España durante casi cuarenta años en el siglo XX, con un curso preparatorio común a todas las carreras sanitarias). Es decir, que la adaptación de Francia a la similitud de programas es relativa; bien en las formas, mal en lo demás.

Los más obedientes para esta tarea de homogeneizar el plan de estudios han sido los países de más reciente incorporación al programa: Eslovenia, Polonia o Turquía y Portugal. Éstos dos últimos son los que tienen las estructuras más parecidas a la de nuestras facultades, con más o menos la misma distribución de las asignaturas. En estos temas también caminamos juntos; la Comisión Europea, que tantas veces nos suspende en según qué temas, tiene que darnos la matrícula a los pobres en hacer los deberes. No lo olviden, el nuevo Erasmus está aquí, y las grandes prácticas están en Portugal.

La amalgama de programas, organización, créditos y trabajos es enorme. Seguramente esto no ha ayudado a que ustedes vean Bolonia como una ventaja, pero el tiempo nos dirá si Europa es el futuro y premia a los que apuestan por ella, o si, como decía José Luis Sampedro, es como un jefe que nunca se pone al teléfono.

 

1Hay muchas opiniones acerca de estos temas. Yo les invito que lean la de quién fue catedrática de la UCM, Profa. Carmen Avendaño López: http://www.revistaeidon.es/crisis-y-salud/con-mano-ajena/118083-el-plan-bolonia-la-crisis-economica-y-la-universidad-espanola

2http://elfarmaceutico.es/el-farmaceutico-joven/diario-de-un-erasmus/item/419-saber-pedir

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