El síndrome del intestino irritable (SII) es un trastorno funcional crónico sin una causa orgánica, metabólica o infecciosa que lo justifique, en el que el dolor y la distensión abdominal recurrentes se asocian a alteraciones en la defecación o a cambios en el hábito intestinal, es decir, a estreñimiento, diarrea o a un patrón mixto en el que se alternan ambas afecciones.
El SII tiene una importante repercusión personal, económica, sanitaria y social. Afecta a la calidad de vida y a la actividad laboral de la persona que lo padece, y ocasiona una alta demanda de los servicios de salud.
Epidemiología
Se ha identificado una prevalencia mundial del SII del 11,2%, aunque los datos varían sustancialmente entre países.
Se presenta con mayor frecuencia entre los 20 y 40 años de edad, pero a menudo se manifiesta también en la infancia, y hasta la mitad de las personas que lo sufren solicitan atención médica.
La fisiopatología del SII es multifactorial y compleja, y no existe un biomarcador único que pueda abarcar los diferentes mecanismos fisiopatológicos
Causas y factores de riesgo
La fisiopatología del SII es multifactorial y compleja, y no existe un biomarcador único que pueda abarcar los diferentes mecanismos fisiopatológicos.
Se debe a una alteración en la comunicación del eje intestino-cerebro, en la que intervienen los siguientes factores de riesgo:
- Genéticos. Los familiares de los pacientes con SII tienen una mayor probabilidad de sufrir la enfermedad, y su prevalencia es mayor entre los gemelos homocigóticos que entre los dicigóticos.
- Trastornos de origen inmune. Los pacientes con SII suelen presentar un aumento de mastocitos, linfocitos y citocinas inflamatorias, que causan alteraciones en la permeabilidad de la barrera intestinal.
- Dietéticos. A menudo los síntomas del SII se intensifican con la ingesta de alimentos como lácteos, cereales, cafeína, cebolla, especias y frituras, entre otros. En los últimos años, se ha identificado la posible relación entre el SII y la ingesta de carbohidratos fermentables de cadena corta (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polifenoles) (FODMAP), que contribuyen a la generación de gases intestinales y a la modificación de la flora intestinal.
- Alteraciones de la microbiota. Su composición es diferente en personas con SII, lo que se relaciona con un aumento de la sensibilidad visceral y con alteraciones en la función motora del tracto gastrointestinal por la proliferación de especies bacterianas que producen más gas, especialmente metano.
- Psicológicos. Algunas situaciones estresantes en la infancia y en la vida adulta (como abuso físico o sexual, problemas psicosociales, divorcio, muerte de un familiar, desempleo o exposición a revoluciones políticas) incrementan el riesgo de presentar SII.
- Sexo femenino. Afecta a las mujeres en una proporción de 2:1 respecto a los hombres.
- Hipersensibilidad visceral.
- Gastroenteritis infecciosa.
- Alteraciones del sueño.
- Sedentarismo.
Sintomatología
El SII se caracteriza por su variabilidad de signos y síntomas, entre los que destacan los siguientes:
- Dolor abdominal. Es el síntoma principal y normalmente se asocia a la defecación, aunque también suele estar presente durante periodos de estreñimiento. Suele ser difuso y con predominio en el hipogastrio. Generalmente se alivia al evacuar, y a menudo se relaciona con el consumo de alimentos específicos o con periodos de tensión emocional.
- Distensión abdominal. Es la queja más frecuente junto al dolor. Está relacionada con un aumento en el contenido intestinal que puede asociarse a un incremento del meteorismo. Es habitualmente diurna, fluctuante, y se exacerba con las comidas.
- Alteración del hábito de evacuación. Pueden producirse diarrea, estreñimiento o alternancia entre ambos.
- Otras alteraciones digestivas. Entre ellas se encuentran las siguientes: presencia de moco en las heces, urgencia o esfuerzo al evacuar, pirosis, dolor epigástrico, saciedad precoz, pesadez posprandial o náuseas.
- Trastornos extradigestivos. Son frecuentes los siguientes: dolor pélvico, dispareunia, dolores musculoesqueléticos, cansancio crónico, alteraciones del sueño, cefalea, lumbalgia, cervicalgia, dorsalgia, palpitaciones, prurito o mal sabor de boca.
Diagnóstico
- Dada la ausencia de marcadores biológicos específicos, el diagnóstico se basa en la sintomatología tras comprobar que esta no tiene una justificación orgánica, metabólica ni farmacológica.
- En 1978 se elaboraron los primeros criterios para el diagnóstico del SII (Criterios de Manning), que se han ido revisando y desarrollando hasta llegar, en el año 2016, a los de Roma IV, vigentes en la actualidad (tabla 1).
- Los criterios de Roma IV para los subtipos del SII (tabla 2) se basan tanto en la percepción del paciente de su tipo predominante, como en la valoración de la consistencia de las heces utilizando la escala de Bristol (véase Fernández et al., 2021).
- Las pruebas complementarias (como colonoscopia, biopsia de colon, tacto rectal, PCR y medida de la calprotectina fecal) solo son recomendables en pacientes que, además, presentan señales de alarma, síntomas refractarios o factores de riesgo de patologías como enfermedad inflamatoria intestinal, celiaquía, intolerancia a la lactosa o colitis microscópica.
- Es recomendable valorar la posible existencia de enfermedad celiaca en pacientes SII con predominio de diarrea y SII con síntomas refractarios.
- En los pacientes pediátricos, el diagnóstico se basa en un examen físico y de crecimiento, donde se incluye una historia nutricional adecuada para descartar una malabsorción de lactosa.
Signos y síntomas de alarma
Las principales señales que podrían denotar patologías más graves son:
- Pérdida de peso inexplicable.
- Fiebre.
- Sangre en heces sin hemorroide ni fisura.
- Masa abdominal o rectal palpable.
- Anemia.
- Niveles elevados de proteína C reactiva o calprotectina fecal.
- Cambios en el patrón de hábito intestinal.
- Despertares nocturnos con síntomas gastrointestinales.
- Inicio tardío de los síntomas (>50 años).
- Uso recurrente de antibióticos.
- Antecedentes familiares de cáncer de colon o enfermedad inflamatoria intestinal.
- En pacientes pediátricos, otros síntomas de alarma son:
- Artritis.
- Pubertad retardada.
- Historia familiar de enfermedad inflamatoria intestinal o celiaquía.
Tratamiento
A falta de un tratamiento 100% efectivo para el SII, su abordaje debe estar orientado a paliar los principales síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente.
Para la correcta elección del tratamiento es importante identificar el subtipo predominante en cada paciente, y valorar la importancia de los síntomas presentes.
A falta de un tratamiento 100% efectivo para el SII, su abordaje debe estar orientado a paliar los principales síntomas y a mejorar la calidad de vida del paciente
Medidas generales
Consejos dietéticos
Resulta útil elaborar un diario con los alimentos ingeridos y la sintomatología presente para establecer una dieta equilibrada y adecuada a cada persona, siempre bajo la supervisión de un profesional.
Es necesario eliminar de la dieta alimentos que puedan causar distensión y dolor abdominal (alimentos grasos, legumbres, alimentos ricos en FODMAP [tabla 3], cafeína y bebidas carbonatadas).
Las dietas bajas en FODMAP reducen significativamente los síntomas del SII, ya que disminuyen la formación de gases. Se recomiendan para periodos cortos, ya que si se mantuvieran en el tiempo podrían causar malnutrición.
En algunos casos una dieta libre de gluten posibilita una mejora de los síntomas.
Otras recomendaciones son:
Revisar el consumo de fibra de la dieta, primando el de fibras solubles ya que las insolubles parecen exacerbar algunos síntomas.
Administrar probióticos que hayan demostrado su eficacia en casos de SII-D con dolor y distensión abdominal.
Otras recomendaciones
La atención psicológica puede ayudar a manejar el estrés e identificar las causas que lo desencadenan.
También pueden ser beneficiosos el yoga, la meditación, la terapia de relajación o el deporte moderado.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento farmacológico debe iniciarse cuando el resto de las medidas conservadoras no han resultado suficientes para el control de los síntomas (tabla 4).
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