Se dice el pecado, pero no el pecador (III)

Se dice el pecado, pero no el pecador (III)

Con esto de los cambios constantes en los calendarios de exámenes y la falta de unificación entre los mismos, ya no sé si les pillo empezando, acabando o a mitad de camino entre los finales de junio y las recuperaciones que, desgraciadamente, ya no son las de septiembre. Creo que con el nuevo modelo están ustedes constantemente metidos en periodos de guerra; ya no hay tregua ni para los mejores soldados.

En cualquier caso, the show must go on, que cantó Freddie Mercury y el viaje sigue. Aunque para no llenar su cabeza de ideas que no sean los taninos, las benzodiacepinas o la síntesis de los AINE, hoy haremos una pequeña guía de consejos, basadas en experiencias de otros estudiantes (alguna hasta mía propia), que al final es como funciona esto. Como la ciencia misma vamos, prueba, error.

Hoy van a tocar consejos lingüísticos, y más concretamente del italiano. Si ustedes han estudiado inglés alguna vez (y es algo que, prácticamente, doy por hecho) les habrán hablado bastantes veces de los false friends, que son esas palabras que, por su significado en castellano, pensamos que se refieren a una cosa, cuando quieren decir otra. Un ejemplo claro es actually, que los hispanohablantes traducimos como actualmente, cuando quiere decir en realidad. Es decir, si han visto la película Love actually, pues no se traduce como amor actualmente. Hay más ejemplos que seguro conocen y, aunque estoy seguro que algún Erasmus ha sufrido con ellos, hoy vamos a hablar de las malas jugadas de los falsi amici, si es que esto no es en sí mismo una metedura de pata. Porque existe la creencia de que hablar italiano es facilísimo, y aunque hasta cierto punto es más fácil hacerse entender con un italiano que con un polaco, por poner un ejemplo, la realidad es que es una lengua complicada de hablar correctamente y ante la que nos relajamos. Vamos con los ejemplos (reales como la vida misma).

Si bien es verdad que con los nuevos convenios ha aumentado la exigencia respecto al nivel de idioma de los estudiantes Erasmus, esto no siempre ha sido así. Durante mucho tiempo se han encontrado (y aún pasa) alumnos y alumnas que llegan a sus universidades de acogida con poco o ningún conocimiento del italiano (y viceversa, las cosas como son, porque esa manga ancha ha sido más ancha entre esos dos países que con otros socios de la Unión). Un estudiante español de Farmacia que conocí, llegó a su destino en Italia y, como tenía los deberes aprendidos, lo primero que hizo fue ir a hablar con la coordinadora para enseñarle su learning agreement. Era mediados de septiembre y se presentó con sus otros tres compañeros de la facultad que iban en aquel momento, pero a ellos se sumaría un quinto elemento a partir de febrero. Al ser preguntado por la coordinadora acerca del quinto estudiante nuestro amigo contestó allora quattro ma in februari cinque. Aunque estoy seguro que nuestro protagonista no hubiese escrito los números sin faltas de ortografía y que la coordinadora entendió el mensaje hay dos fallos de bulto. Primero februari es una españolización con todas las letras; seguro que un italiano entiende que hablamos del segundo mes de año, pero ellos lo llaman febbraio. Pero el fallo más gordo es allora; los de mi generación, y éste lo era, nos pensamos que italiano era lo que hablaba el del anuncio de Nescafé, y actually, había algo más después de ese sobrecito de café soluble. Allora no se traduce como ahora, que es lo que pensó nuestro amigo, sino como entonces y aunque parezca un tópico, sí es una muletilla bastante usada en Italia (tipo a ver, que no haber, aunque esto sería otra pelea). A partir de entonces, la profesora prefirió continuar la charla en inglés.

Confiarse con el italiano no es recomendable el primer día de estancia, como le pasó a nuestro compañero de allora quattro, pero tampoco lo es para el que ya lleve en su destino unos meses. En una visita a otro estudiante Erasmus (esto de las visitas espero sea algún día motivo de la tercera entrega de anécdotas erasmusianas) casi a finales de curso, salieron todos a cenar. El anfitrión, supuestamente conocedor de la lengua italiana, se encaramó al mostrador para gritar sin vergüenza ninguna que quería una pizza con champiñoni (o champignoni, ¿no?). Nada más español que la Ñ, como puede imaginar. En esta ocasión, en la que algún otro italohablante le corrigió por el correcto funghi, no tengo tan claro que el dependiente hubiese entendido a lo que se refería.

Aunque el mundo de los insultos es un mundo aparte, en el que creo además que, académicamente, no sería muy conveniente que me metiera, no se escandalicen si alguien les llama mammone. A mí (aquí confieso) me ha pasado, y aunque la primera reacción es extraña, se sonríe y la vida sigue. En Italia, como en otros países del sur europeo, España por ejemplo, las madres son el centro de las familias; dicho de otra manera, el varón...ha asumido la función de sustentador económico de la familia, mientras que la mujer se ha encargado de los afectos y de proveer servicios familiares de forma gratuita1. Aunque las razones son diversas, lo que es seguro es que la concepción de familia es muy distinta a la de los países del norte. En Italia, ser un mammone, como soy yo, explica esa manera de concebir la familia tan mediterránea. No obstante, aunque ninguno de nosotros fuese a explicar el término mamón de esa manera, en castellano, el diccionario recoge aún una acepción parecida al vocablo italiano. En cualquier caso, no se asusten, su condición española les hace ser super mammoni2 aunque les suene fatal.

Como último consejo idiomático añadiré las traducciones al vuelo, es decir, el uso de diccionarios a través de internet. Aunque han mejorado mucho, todavía es fácil equivocarse, porque estos no siempre entienden de contextos. A la hora de hacer un trabajo para clase, que les pueda valer el 30 en una asignatura, es importante que se anden con ojo. Otros compañeros suyos lo pueden atestiguar. En un examen de Salud Pública tenían que presentar un trabajo sobre hábitos saludables para poder aprobar. Así, cogieron un trabajo antiguo en castellano de la asignatura de un compañero y usaron los benditos, malditos traductores para realizarlo, introduciendo casi palabra por palabra lo que necesitaban saber.

Cuando llegaron al punto de evitar comer fuera de casa, el traductor decidió que aquello se traducía como mangiare all'estero. El profesor de turno, cuando leyó la presentación, no pudo contener la carcajada, de lo que en italiano significa realmente, comer en el extranjero. Aprobaron, no les voy a engañar, pero puede que fuese porque ese señor tan serio hacía tiempo que no reía tanto.
Les dejo algunos ejemplos más de palabras que no deben usar en castellano, porque la frase resultante puede convertirse en un galimatías terrible, publicada por nuestros compañeros de la ESN de la Complutense. Ahora bien, no dejen ni de echarle un poco de cara, porque hay que aprender, ni, sobre todo, de perfeccionar el idioma del país al que vayan, sea italiano o no, porque forma también parte importante del proyecto del Erasmus. ENTENDERSE, así en mayúsculas, entre mammoni, no mammoni, y medio mammoni.

1Moreno Mínguez, Almudena. Cambios en la fecundidad y el empleo femenino en los estados de bienestar del sur de Europa en perspectiva comparada: el papel del mercado laboral, la familia y las políticas familiares. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona. Departamento de Sociología. 2004. PP. 12.
2Moreno, Luis. Bienestar mediterráneo y 'supermujeres'. Documento de trabajo. Alojado en http://digital.csic.es/bitstream/10261/1571/1/dt-0309.pdf, consultado el 1 de junio de 2015.