Salud ocular: un desafío para el farmacéutico

Vivimos condicionados por el mundo que nos rodea, a través de las percepciones que recibimos de los sentidos. La visión es uno de ellos y, probablemente, uno de los que más condiciona nuestras vidas.

Salud ocular: un desafío para el farmacéutico

El cuidado y la mejora de la salud ocular es una cuestión relevante a escala mundial sobre la que es necesario incidir desde todos los ámbitos sanitarios. La farmacia desempeña un papel asistencial fundamental en la sociedad, que necesita ser reforzado para lograr una intervención farmacéutica más activa, integrada en el propio Sistema Nacional de Salud. Su labor es esencial en materia de prevención, educación e información sobre patologías oftalmológicas, pero también en la promoción de actividades y contenidos farmacéuticos que divulguen una óptima protección de la visión.

Las afecciones oculares suponen uno de los temas que más consultas generan en la oficina de farmacia. Gracias a la proximidad con el paciente, el farmacéutico cubre un papel fundamental tanto en la detección precoz de problemas oculares como en la identificación de situaciones de riesgo y en la derivación al oftalmólogo cuando es necesario.

En la actualidad, el paciente busca y reclama una atención profesional y experta en el cuidado de su salud. Tanto la dispensación como la atención en la farmacia deben adecuarse a estas necesidades, impulsando la recomendación y el asesoramiento conveniente.

Este hecho constituye un desafío para el farmacéutico, y le exige una formación adecuada sobre los trastornos oftálmicos, versátiles y complejos, y sobre aquellas situaciones fisiológicas que afectan a la salud ocular, y que por tanto tienen especial relevancia en el ámbito de la prevención.

En un entorno sociosanitario en plena revolución como el actual debido al envejecimiento de la población, es necesario disponer de farmacéuticos comprometidos con la práctica farmacéutica que refuercen la prevención de la salud ocular desde diferentes entornos, y que pongan su conocimiento a disposición de los pacientes.

En este sentido, cabe destacar la importancia de realizar, ya desde edades muy tempranas, los controles periódicos recomendados por el oftalmólogo para la detección de trastornos oftálmicos pediátricos muy frecuentes en la infancia, como son el estrabismo y la ambliopía. Ambos se diagnostican mediante controles visuales y suelen detectarse en torno a los 3-4 años de edad. Instaurando tratamientos de corrección óptica, quirúrgicos y de oclusión adecuados pueden evitarse alteraciones oculares en el futuro. Desde la oficina de farmacia, debemos aconsejar a los padres y recomendarles que lleven a su hijo al oftalmólogo para llevar a cabo controles periódicos hasta al menos los 12 años de edad.

Por otro lado, en el ámbito de la prevención no podemos obviar la relevancia de una adecuada protección solar ocular. Los rayos de sol son capaces de provocar cataratas, queratitis e incluso ceguera. Es necesario promover el uso de gafas de sol adecuadas que proporcionen protección frente a rayos UVA, UVB y espectro visible para reducir la acción nociva del sol y la fatiga ocular. Para ello, desde la farmacia se debe disponer de información oportuna para la elección adecuada de estos equipos de protección individual (EPI), insistiendo en la importancia de optar por gafas homologadas, con una categoría de filtro idónea para la actividad que vaya a realizarse y con lentes fabricadas a partir de materiales óptimos, como son los orgánicos o el cristal.

Es fundamental recordar que el ojo, al igual que otros órganos, sufre procesos oxidativos que dañan sus estructuras y producen finalmente daños celulares, responsables de múltiples patologías oculares. Para proteger al organismo del estrés oxidativo es clave mantener una dieta variada y rica en alimentos antioxidantes, como son las frutas y verduras, y aconsejar la práctica de ejercicio diario para potenciar más aún el efecto protector de una nutrición idónea.

Por último, y antes de centrarnos en patologías concretas, quiero señalar la repercusión del correcto mantenimiento de las lentes oculares en el cuidado de la salud ocular para los muchos usuarios que hoy en día las necesitan. El conocimiento sobre limpieza, desinfección, conservación y humectación de ellas se asocia directamente a una sensación de confort y una visión correcta.

En el escenario patológico, destacan las múltiples consultas que recibe el farmacéutico en un punto de encuentro cercano y accesible a todos los ciudadanos como es la farmacia.

El consejo profesional debe hacer hincapié tanto en los trastornos oculares diagnosticados como en las recomendaciones adecuadas sobre sintomatologías comunes en la población. Entre las patologías más frecuentes, se encuentran la conjuntivitis de diversa etiología, el ojo seco, el glaucoma, las cataratas y la degeneración macular asociada a la edad.

Conjuntivitis
La conjuntivitis, cuyo término se refiere a la inflamación de la conjuntiva, suele ser bilateral, aunque a veces también es asimétrica, afectando en mayor o menor grado a uno u otro ojo. Generalmente, comienza en un ojo y después se extiende al otro.

En función de su duración, se distinguen conjuntivitis agudas (no duran más de 4 semanas), o crónicas, cuando la afección se prolonga en el tiempo. Las formas crónicas normalmente se producen cuando existen factores de riesgo asociados, como son una inadecuada posición palpebral, déficit lagrimal, cicatrización conjuntival, dacriocistitis crónica silente, terapia esteroidea tópica crónica, tratamiento inmunosupresor sistémico, prótesis ocular, o escasa higiene facial.

La conjuntivitis puede ser de etiología infecciosa (vírica, bacteriana, parasitaria) o no infecciosa, ya sea de tipo irritativo, alérgico o la causada por una exposición a los rayos ultravioleta, denominada conjuntivitis actínica.

Las causadas por agentes infecciosos se presentan de forma más frecuente en los niños, y las bacterias responsables más frecuentes son Staphylococcus aureus, Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae y Moraxella catarrhalis. Los síntomas son variados e inespecíficos; los más comunes y objetivos son la hiperemia conjuntival, el edema inflamatorio y la exudación de tipo seroso, mucoso, mucopurulento y purulento.

En ocasiones también pueden aparecer papilas, folículos y flicténulas (nódulos blanquecinos que se localizan en la conjuntiva), así como un granuloma o una ulceración conjuntival. El paciente siente molestia en los ojos, sensación de picazón, arenilla, ardor o irritación y leve fotofobia.

En función de los síntomas puede sospecharse la etiología de la conjuntivitis, lo cual ayudará a instaurar el tratamiento y a plantear las recomendaciones adecuadas.

En los casos agudos, se recurre a la aplicación de antibióticos tópicos de amplio espectro, que reducen los síntomas y acortan su duración, evitando además que surjan complicaciones. Suele emplearse eritromicina, clortetraciclina o ácido fusídico solo para infecciones por estafilococos. En caso de que el paciente presente resistencias a estos antibióticos se utiliza cloranfenicol. Como tratamientos alternativos suele emplearse la combinación de polimixina B y trimetoprima, o antibióticos del grupo de las fluoroquinolonas, como ciprofloxacino, lomefloxacino, ofloxacino y norfloxacino.

En neonatos es común la conjuntivitis de inclusión por Chlamydia trachomatis, parásito intracelular que infecta células epiteliales en el momento del parto. El tratamiento farmacológico consiste en pomadas a base de tetraciclina al 1% o sulfamidas al 10% durante 1 mes, acompañadas de eritromicina por vía oral. Además, debe tratarse a los padres con eritromicina a nivel sistémico para eliminar el agente causante.

En el caso de las conjuntivitis víricas, los principales responsables son adenovirus, aunque existen otros virus como herpes zóster, herpes simple, enterovirus Coxsackie, picornavirus y Molluscum contagiosum. El tratamiento es sintomático y trata de paliar las molestias producidas. Para ello se emplean compresas de agua fría, lágrimas artificiales, lavados oculares con solución salina y colirios astringentes que logren reducir la inflamación. En caso de riesgo de una sobreinfección bacteriana, se recurre al tratamiento con antibióticos tópicos. Los corticoides reducen la reacción inflamatoria y producen alivio, pero no están indicados porque disminuyen la inmunidad celular y pueden alargar el proceso.

Las conjuntivitis son procesos altamente contagiosos, en los que es imprescindible extremar las medidas higiénicas realizando un lavado de manos frecuente y evitando el contacto directo. El uso de la toalla y funda de almohada debe ser exclusivo y personal, y debe recurrirse al empleo de pañuelos desechables. Cuando se trata de niños pequeños, es recomendable que no asistan al colegio hasta que no exista secreción, para evitar la transmisión.

Cuando la etiología es dudosa, o en casos de sobreinfecciones bacterianas frecuentes, puede ser recomendable realizar cultivos que traten de identificar el agente infeccioso. También se recurre en ocasiones a exploraciones alérgicas que manifiesten una respuesta hipersensible a determinados gérmenes.

Ojo seco
Es una de las enfermedades más frecuentes en oftalmología, con implicaciones muy negativas tanto en el ámbito laboral como personal. Se trata de un trastorno multifactorial que produce molestias oculares y alteraciones visuales.

La etiología del ojo seco consiste en una alteración de la unidad lagrimal funcional que produce cambios fisiopatológicos, como inestabilidad en la película lagrimal, aumento de la osmolaridad e inflamación.

Existen múltiples factores de riesgo tanto físicos (traumas, cicatrices, tracoma, reducción de parpadeo) como ambientales (bajo nivel de humedad), aunque este trastorno también puede producirse por el uso de determinados fármacos u otros factores intrínsecos, como el propio envejecimiento o enfermedades autoinmunes. Entre los fármacos que producen sequedad ocular podemos destacar los siguientes: antihistamínicos, diuréticos, beta-bloqueadores, inhibidores de la monoaminooxidasa, anticolinérgicos, benzodiacepinas y metildopa.

El tratamiento es generalmente sintomático, salvo que exista una enfermedad causante de la sintomatología, en cuyo caso se debe intentar erradicar. Por tanto, con frecuencia el objetivo primordial es mejorar el estado de la conjuntiva mediante soluciones oftalmológicas de diferente consistencia (p. ej., las lágrimas artificiales), y con el empleo de soluciones para la higiene palpebral.

Glaucoma
Se produce por un aumento de la presión intraocular, que daña el nervio óptico y puede acabar causando una pérdida de la visión. El principal factor de riesgo que interviene en el desarrollo de glaucoma es la hipertensión ocular.

El tratamiento farmacológico actúa a nivel del humor acuoso segregado por los capilares del ojo, disminuyendo su producción y aumentando su drenaje.

Los fármacos de elección son análogos de la prostaglandina, beta-bloqueadores, agonistas alfa e inhibidores de la anhidrasa carbónica.

Cataratas
Se producen por una alteración del cristalino, que sufre una pérdida de transparencia. Las causas son muy variadas y heterogéneas. Existen múltiples factores de riesgo, aunque los más importantes son la edad avanzada, la diabetes tipo 2 y los antecedentes familiares. Su manifestación consiste en pérdida de la agudeza visual, disminución de la sensibilidad a los contrastes y dificultad para apreciar los colores.

El tratamiento más extendido para una solución eficaz es la operación con anestesia local de bajo riesgo.

Estudios científicos recientes realizados en humanos otorgan un papel importante al consumo de hortalizas de hoja verde, que reducen la posibilidad del desarrollo de la patología.

En el postoperatorio se emplean antibióticos y antiinflamatorios tópicos para reducir la posibilidad de infecciones.

Degeneración macular asociada a la edad
Es una enfermedad degenerativa que afecta a la mácula lútea, encargada de mantener la agudeza visual y transmitir al cerebro las imágenes. Existen factores de riesgo, genéticos, ambientales y relacionados con el envejecimiento.

Los síntomas que se producen son visión borrosa, líneas distorsionadas y dificultad en tareas diarias como la conducción, la lectura o la percepción del tamaño real de los objetos.

El tratamiento consiste en retrasar el avance de la enfermedad, puesto que su evolución es irreversible.

Se emplean fármacos antiangiogénicos como pegaptanib, ranibizumab o bevacizumab, con escasos efectos secundarios y limitadas complicaciones.

Es recomendable seguir una dieta variada, rica en frutas y verduras, que aporte un efecto protector a la función de la visión y ayude a reducir la progresión de la enfermedad.

Conclusión
La formación y conocimiento extenso en salud ocular, desde todos los ámbitos que engloba la patología, nos permitirá realizar una actividad profesional farmacéutica adecuada, aportar valor añadido al paciente y realizar una dispensación activa y práctica que contribuya finalmente a mejorar la salud de la población.

Bibliografía
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Merayo J. Conceptos actuales en ojo seco. Del síndrome a la enfermedad. Grupo Español de Superficie Ocular y Córnea (GESOC). Disponible en: http://www.oculab.com/ficheros/ojoseco.pdf
Orden Martínez B, Martínez Ruiz R, Millán Pérez R. Conjuntivitis bacteriana: patógenos más prevalentes y sensibilidad antibiótica. Servicio de Microbiología, Centro de Especialidades Argüelles, Hospital Universitario Puerta de Hierro, Madrid. An Pediatr (Barc). 2004; 61(1): 32-36.
Programa de salud ocular para farmacéuticos del Instituto de Formación Cofares. Reedición 2017. Disponible en: http://clubformacion.cofares.es/index.php/formacion/cursos-online/curso-salud-ocular