En 1987, cuando algunos de ustedes no habían ni nacido, se fueron de Erasmus algo más de tres mil estudiantes ¡en toda Europa! Entre los primeros que se fueron había poco más de una decena de españoles. Ustedes no lo saben por eso de que no habían nacido, pero en esto, 30 años sí son algo, y en los 80 no todo era Almodóvar y Los Secretos, y desde luego salir a estudiar fuera era algo más raro que ver a Alaska comerse un moco en pantalla (por otro lado, es un peliculón). Hubo pioneros, que ese primer año se fueron a Grecia, a Inglaterra o a Francia, cuando no sabía qué era eso del Erasmus ni Manuel Marín, y miren que lo había fundado. Desde aquellos locos, que han abierto el camino de otros muchos como yo, y espero que algún día como ustedes, ya van casi cuatro millones (los datos llevan más retraso que el AVE a Galicia) de europeos moviéndose de aquí para allá (los 3 millones se cumplieron en 2013, los 2 en 2009, el primer millón, en 2002). En el último curso se fueron unos trescientos mil, es decir cien veces más que el año en que se fueron esos primeros locos.
No es que quiera yo celebrar el cumpleños del Erasmus como si me fuese la vida en ello. Aprovechando la efeméride todos los europeístas que todavía se atreven a decirlo en público han salido a sacar pecho, entre otras cosas porque, como ya hemos contado otras veces, el Erasmus debe ser de las cosas que mejor han funcionado como pegamento comunitario y en la lucha contra los escépticos. Y ojo, que tampoco lo digo yo esto, lo dicen los datos. Según un estudio que evalúa el impacto del Erasmus, uno de cada tres estudiantes de nuestra querida beca tiene una pareja de otra nacionalidad y uno de cada cuatro la encontró durante su estancia en el extranjero. Yo no lo hice, mi pareja tampoco y es de Moratalaz de toda la vida, así que solamente quedan por ahí usted y su media naranja para cumplir el cupo. El mismo estudio dice que desde 1987 han nacido un millón de bebés «por culpa» del Erasmus. Un millón de europeos de tomo y lomo.
Pero “fabricar” europeos y mezclarse con los vecinos de la zona no son las únicas motivaciones, o las únicas ventajas de la beca. Hay una, no menor en los tiempos que corren, que tiene que ver con la inserción laboral tras la estancia en el extranjero. Sé que ustedes son estudiantes y habrá alguno que quiera exprimir la naranja universitaria hasta que no queden más que las pieles, pero hay que ir pensando en eso del trabajo. Dice la Unión que los Erasmus tienen la mitad de posibilidades de sufrir desempleo de larga duración. Además, cinco años después de haber terminado la beca, la tasa de paro es 23 puntos inferior a la de los universitarios que no se van. Esto es bueno. Pero los ex Erasmus tienen mejores perspectivas profesionales; dice el que escribió el estudio que el 92% de los empresarios busca «algunos de los rasgos de la personalidad que promueve el programa»; esos intangibles de los que hablamos aquí a veces pero que, francamente, me resulta un poco complicado medir como sí hace el estudio. En cualquier caso, cita entre ellos la tolerancia, la confianza en uno mismo, la capacidad de resolver problemas, la curiosidad, la conciencia de las propias virtudes y defectos, y un carácter decidido. Y una última cosa respecto al trabajo, los Erasmus son más echaos «pa’lante». Cuatro de cada diez cambian de trabajo o de país de trabajo en los cinco primeros años tras graduarse, el doble que los que no van de Erasmus.
Todo esto está muy bien, pero hay números que hay que denunciar y que después de 30 años no han mejorado. No es fácil coser Europa, y más esta Europa; sobre todo si tenemos en cuenta que la beca llega a una minoría de la comunidad universitaria. Menos de uno de cada diez estudiantes recibe una beca. El objetivo para 2020 es alcanzar el 20%, aunque si les soy sincero, hay que verlo. Entre otras cosas, porque entre las sombras debemos colocar la cuantía de la beca, en general, aunque ya saben que en España cada Comunidad es un mundo en sí mismo. Ir a costa de los padres limita mucho la grandiosidad del Erasmus. Aunque a los 30 uno ya está mayor para cambiar mucho, se puede. ¡Vaya sí se puede! Así que todo es ponerse; seguir tejiendo la red de contactos entre centros y poner ganas (y dinero).
Pero estamos celebrando un cumpleaños y los treinta, como casi todas las cifras redondas suponen una pequeña crisis existencial, así que no es el momento de sacarle los colores al homenajeado. No se crean que estoy aquí celebrándolo solo; hay toda una serie de actividades previstas para este año y hay mucha gente que ha querido sumarse a la fiesta (pasa siempre que alguien invita a su casa, y de Erasmus más). Empiezo por esto último, por los que se han sumado a felicitar al flamante treintañero, que son normalmente, amigos de la infancia. La primera ha sido la representante europea de Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, que publicó un vídeo explicando lo que supuso para ella su Erasmus en Francia.
Por supuesto le han felicitado desde todo tipo de instituciones, sobre todo las europeas (o sea mamá o papá).
Y, claro, el Erasmus+, que es algo así como su hijo, o su sucesor.
Actividades habrá muchas, pero en España empiezan en febrero de 2017. Habrá foros, actividades, conferencias, diálogo, debates y exposiciones entre Erasmus de hoy, de ayer y de siempre, tanto nacionales como internacionales. Es decir que quedaremos los de aquí con los de aquí, con los de allá, y los de maracuyá. Todavía no se conocen las fechas concretas de muchas actividades, pero si les interesa escuchar batallitas suscríbanse aquí.
Dentro de los amigos, le pueden poner la cruz a algunos de esos cuatro millones, los más, que todavía no han felicitado el cumpleaños a la criatura. Les daremos tiempo. Ustedes no lo saben, pero la generación Erasmus, aunque ya vamos casi por la segunda generación, está en todos lados. Desde la política, al cine, pasando, evidentemente por la universidad y los medios de comunicación. Por ejemplo, «la nueva política» se fue en su momento de Erasmus; tanto Pablo Iglesias como Albert Rivera son reconocidos Erasmus. Pero la «vieja» también, la actual ministra de Sanidad, Dolors Montserrat (que anunció un Erasmus en España para estudiantes de Bachillerato) estuvo seis meses en Ferrara, en Italia. Pero esto no es solo cosa de políticos; Dominic West, el actor (que a los seriófilos no les tengo que explicar que es Jimmy McNulty en The Wire), es otro Erasmus famoso.
En fin amigos, demasiadas emociones para los que vemos crecer al niño, aunque ya le cogiésemos mayor. Solo espero que se sumen a la fiesta, y que dentro de 30 años sean ustedes los que cuenten batallitas, invitados en cualquier coloquio. Y que siga cantando Gardel, que para entonces será excelso.