La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el término «caída» como el acontecimiento involuntario que hace perder el equilibrio y dar con el cuerpo en tierra u otra superficie firme que lo detenga. En las personas mayores, una caída debe considerarse una señal de alerta que puede indicar una situación de fragilidad, por lo que es preciso analizar no sólo las causas, sino también las consecuencias y circunstancias en las que se ha producido.
Epidemiología
La edad es uno de los principales factores de riesgo para sufrir una caída, y su incidencia aumenta progresivamente con el paso de los años. Así, se estima que el 30% de los mayores de 65 años y el 50% de quienes superan los 80 sufren al menos una caída al año. También el riesgo de que las caídas provoquen lesiones graves o incluso la muerte se incrementa con la edad.
Evaluación de las causas
Los factores de riesgo de caídas pueden ser:
- Intrínsecos o dependientes del individuo, ya sea por el propio proceso de envejecimiento o por circunstancias concomitantes. Son los que más influyen en el origen de las caídas (tabla 1).
- Extrínsecos o dependientes del entorno que los rodea (tabla 2).
En cuanto a la influencia de los medicamentos, debe controlarse especialmente el uso de aquellos que contienen principios activos que ejercen su acción a nivel del sistema nervioso central (inhibidores de la recaptación de serotonina, antidepresivos tricíclicos, benzodiacepinas...), así como los que pueden producir mareos (digoxina, antiarrítmicos, diuréticos, betabloqueantes e hipoglucemiantes, entre otros). Conviene destacar que este mismo año la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha remitido una nota advirtiendo sobre los riesgos del uso de quinolonas en personas mayores, ya que pueden sufrir lesiones tendinosas, especialmente si utilizan corticoides.
Consecuencias de las caídas
Se pueden clasificar en tres grupos:
- Físicas. Las asociadas directamente a la caída (fracturas, esguinces, heridas, hematomas, magulladuras...) y las que se producen cuando la persona mayor sufre el incidente estando sola, que suelen conllevar la imposibilidad de levantarse (hipotermia, deshidratación, trombosis venosa profunda, úlceras por presión...).
- Psicológicas. El impacto emocional que puede provocar una caída incluye el miedo a que vuelva a ocurrir (síndrome poscaída), lo que en muchos casos hace que la persona afectada disminuya las actividades físicas habituales y reduzca su actividad social.
- Socioeconómicas. Las caídas conllevan un incremento de los recursos necesarios para la atención de la persona afectada, tanto de forma directa (aumento del número de consultas y de ingresos hospitalarios, cirugías, rehabilitación) como indirecta (cuidadores, ya sean familiares o externos, adaptación de la vivienda, uso de ayudas técnicas, etc.).
Prevención
El objetivo final de cualquier intervención debe ser conseguir la mejor movilidad posible. El abordaje ha de ser interdisciplinar, y debe incluir tanto a los distintos profesionales de la salud que atienden al paciente como a las personas de su entorno social.
Engloba una serie de actuaciones encaminadas a disminuir el riesgo de caídas, entre las que se encuentran las siguientes:
- Educación para la salud. El objetivo es prolongar al máximo la autonomía del anciano, de modo que pueda permanecer en su entorno el máximo de tiempo posible y ser independiente. Debe recomendarse la práctica de ejercicio de intensidad leve-moderada 2 o 3 veces por semana, ya que aumenta la fuerza, disminuye la depresión, mejora el dolor articular y desciende el riesgo de diabetes y enfermedad cardiovascular. Además, es preciso concienciar a las personas mayores de la necesidad de revisar periódicamente gafas y audífonos, e informarlos adecuadamente sobre las distintas ayudas técnicas, aconsejándoles las más indicadas para cada caso particular.
- Detección precoz de patologías. El objetivo es identificar lo antes posible la aparición de procesos que puedan producir alteraciones de la marcha y del equilibrio.
- Aumento de la seguridad ambiental. Es preciso intentar mejorar los factores extrínsecos de riesgo realizando los cambios necesarios en el entorno físico y adaptando la vivienda a la situación de las personas que viven en ella. En la tabla 3 se recogen una serie de recomendaciones concretas en este sentido.
Prevención secundaria
Consiste en una serie de actuaciones específicas sobre factores concretos que hayan generado una caída, con el fin de evitar que vuelva a suceder (como mover el interruptor de la luz para que sea más accesible o iluminar mejor una zona concreta).
Prevención terciaria
Engloba todas las medidas destinadas a disminuir la incapacidad generada por una caída:
- La rehabilitación de la marcha y del equilibrio, con el fin de restaurar el estado funcional y social óptimo del anciano.
- La educación sobre la forma de levantarse tras una caída. En general, lo que se recomienda es girar el cuerpo hasta ponerse en decúbito prono, apoyar las rodillas con la intención de ponerse en posición de gateo, y levantarse apoyándose en un objeto cercano.
- El tratamiento de las complicaciones y reeducación progresiva de la marcha, incluyendo el uso de ayudas técnicas si es necesario.
Ayudas técnicas
Actualmente, se dispone de un gran número de dispositivos destinados a mejorar la movilidad y prevenir las caídas. Dada la limitación de espacio, este artículo se centra en los más habituales de los cuatro tipos que guardan una mayor relación con las caídas: ayudas de marcha (bastones, muletas, andadores); sustitutos de la marcha (sillas de ruedas de propulsión manual o eléctrica); calzado, y ayudas de baño (asientos de baño, tablas de bañera, lavacabezas, etc.).
Ayudas de marcha
Bastones (figuras 1 y 2)
Son útiles cuando una extremidad u otra parte del organismo duele o se encuentra debilitada. Son capaces de soportar hasta un 25% del peso corporal, disminuyendo así la carga sobre las estructuras corporales y, por tanto, también el dolor. Existen bastones rígidos, plegables y extensibles.
Recomendaciones para el uso correcto de los bastones:
- Colocar el bastón en la mano contraria a la extremidad afectada.
- Seleccionar la altura adecuada para que la empuñadura se sitúe a la altura de la cadera, en el trocánter mayor (si para usar el bastón es necesario levantar el hombro, el bastón es demasiado alto). Existen bastones que, al ser graduables, resultan más cómodos.
- Utilizar asideros de goma o neopreno para evitar que el bastón resbale. De este modo, se consigue que su uso sea más confortable.
- Colocar conteras de goma en el extremo inferior para conseguir una mayor tracción. En caso de vivir en zonas en las que sea frecuente el hielo o la nieve, es preciso usar conteras especiales para evitar los resbalones.
- Muletas de codo (figura 3). Disponen de un apoyo semicircular para el codo, una empuñadura horizontal, una sola pata y una contera.
- Muletas de antebrazo. Son similares a las anteriores, pero en este caso el apoyo semicircular es para el antebrazo y se sitúa por tanto por debajo del codo.
- Muletas axilares. Son los tradicionales dispositivos con un apoyo horizontal almohadillado (que se coloca pegado a la parte superior del cuerpo, junto a la axila), una empuñadura horizontal, y una o varias patas verticales que terminan en una contera.
- Muletas de brazo (modelo Kmina). Son muletas en las que el peso corporal es soportado por toda la superficie del antebrazo. Presentan una mejor sujeción del brazo y un sistema de amortiguación que absorbe parte de la energía en el apoyo, lo que disminuye el riesgo de lesión. Sus principales ventajas son:
- Se camina más erguido y con mayor equilibrio y estabilidad.
- La velocidad de desplazamiento es mayor.
- El gasto energético es menor.
- Confieren mayor comodidad y seguridad.
- Disminuyen las molestias en muñecas y manos, y, al disponer de mayor amortiguación, el riesgo de lesiones en el miembro superior es menor.
Entre los inconvenientes cabe destacar que precisan un periodo de aprendizaje más largo y el mayor tamaño de la muleta, que ocupa más espacio.
Andadores
También se denominan «caminadores» o «deambuladores» y son accesorios que ayudan a las personas con dificultades a desplazarse sin la ayuda de un tercero. Se componen de una estructura de metal (generalmente aluminio) con tacos antideslizantes en la parte inferior y empuñaduras en su parte superior. Son regulables en altura, de modo que pueden adaptarse al tamaño de cada persona.
- Simples (figura 4). Son muy estables y ofrecen más soporte que los bastones. Sin embargo, no son muy prácticos y requieren un poco de aprendizaje. Básicamente se debe enseñar al usuario a levantarse de la silla y ponerse delante del andador, agarrar las empuñaduras para asegurar la estabilidad, levantar el andador, llevarlo hacia delante, apoyarse en su estructura, dar los pasos y repetir la operación.
- Articulados. Resultan muy útiles, ya que se pueden mover los dos lados del andador alternativamente sin tener que levantarlo para avanzar. También existen modelos con ayuda para levantarse que facilitan el proceso de incorporarse cuando la persona está sentada en un sillón o en el inodoro (el andador está equipado con dos pares de empuñaduras: uno a media altura para incorporarse, y otro a la altura normal para avanzar).
- Con ruedas (figura 5). Suelen contar con dos ruedas delanteras y dos apoyos fijos en la parte trasera. Normalmente, se utilizan más en interiores y son un término medio entre los andadores simples (muy estables) y los de 4 ruedas, que no convienen a personas con grandes problemas de equilibrio.
Además, son fáciles de manejar gracias a las ruedas. También son estables y puede regularse la altura. Existen modelos que incorporan ruedas con dirección y frenos en las ruedas traseras, por lo que son más manejables. Presentan la ventaja de ser plegables para poder meterlos en un coche o guardarlos en un armario. Algunos están equipados con un asiento para descansar si es necesario. En determinados modelos, pueden adaptarse distintos accesorios, como cestas, bandejas, sillas o soportes para los antebrazos. Estos dispositivos requieren más habilidad y capacidad para maniobrar, especialmente para el uso de los frenos.
Sustitutos de la marcha
Se emplean para personas que tienen grandes dificultades para desplazarse por sí mismas o no pueden hacerlo.
Sillas de ruedas
Son dispositivos que proporcionan movilidad sobre ruedas y soporte corporal.
- De propulsión manual (figura 6). Son las primeras que se comercializaron, y para desplazarse con ellas se precisa el impulso del propio ocupante o de un asistente. Se dispone también de modelos reclinables e incluso de bipedestación, que permiten elevar y mantener a una persona de pie.
- De propulsión eléctrica. Actualmente se dispone también de dispositivos que incorporan un motor. Además de las reclinables y de bipedestación, existen modelos con asientos elevables o basculantes.
Recomendaciones para la elección de la silla de ruedas adecuada para cada persona
El dispositivo debe ser cómodo y estar adaptado a las características de la persona que va a utilizarlo. La selección debe realizarse sentándose en la silla. En el caso de que se utilice cojín antiescaras, las medidas deben tomarse con el cojín colocado sobre el asiento.
Las dimensiones más importantes son:
- Holgura del asiento. Deben quedar 2,5 cm (aproximadamente dos dedos) entre los muslos y el lateral de la silla, así como entre los muslos y el reposabrazos. Si se utiliza ropa muy ancha, es necesario dejar un poco más de espacio.
- Situación del borde delantero del asiento. Se recomienda que haya de 3 a 5 cm (unos tres dedos) entre el borde del asiento y la parte posterior de la rodilla.
- Inclinación respaldo-asiento. En el caso de que la silla no sea reclinable, se aconseja que se sitúen en un ángulo de 100 a 110 grados, aunque si es regulable se puede adaptar mejor a diferentes actividades.
Otras dimensiones que deben tenerse en cuenta:
- Ángulo entre brazo y antebrazo. Agarrando con la mano la parte más alta del aro propulsor, el ángulo debe ser de 120 grados.
- Inclinación del asiento. Para evitar el deslizamiento hacia delante y que la presión sobre el sacro no sea excesiva, se recomienda un ángulo de 1 a 4 grados.
- Altura del respaldo. La parte más alta del respaldo debe quedar unos 2,5 cm por debajo de la escápula, de manera que no interfiera al mover el brazo hacia atrás. Para las personas con lesiones recientes o enfermedades degenerativas, son más adecuados los respaldos regulables en altura.
- Altura del reposabrazos. El reposabrazos debe colocarse unos 2 cm por encima del codo con el brazo extendido.
- Altura del reposapiés. Debe situarse como mínimo a 5 cm del suelo, pero es más recomendable colocarlo a unos 10-13 cm para evitar tropiezos. También es importante colocarlo de manera que se evite que el pie se deslice entre los reposapiés.
El calzado, ya sea en casa o en la calle, se emplea durante todo el día y es, por tanto, una parte fundamental para asegurar la seguridad de la persona mayor.
- En casa es recomendable llevar zapatillas cerradas, que eviten que se pueda tropezar y que no salgan fácilmente del todo. Además, deben tener un poco de tacón.
- En la calle es aconsejable llevar zapatos «cómodos» con un tacón que no sea demasiado bajo (1,5 cm) ni excesivamente alto (menos de 5 cm).
Ayudas de baño
Un aspecto que debe tenerse en cuenta en el cuidado del paciente anciano tras sufrir una caída es el aseo personal. Existe una gran variedad de ayudas técnicas con el fin de facilitar la higiene del paciente. A continuación, se detallan las más utilizadas:
- Asientos de baño y ducha sin respaldo. Llevan patas de aluminio regulables en altura de forma independiente cada una de ellas y rematadas en conteras con ventosas. El asiento suele ser rugoso para evitar el deslizamiento.
- Asientos de baño y ducha con respaldo (figura 8). Existen modelos que, además, incorporan brazos para aportar una mayor seguridad y estabilidad.
- Asientos de baño giratorios (figura 9). Son acoplables a todo tipo de bañeras y facilitan el aseo de personas con movilidad reducida. Están provistos de unos orificios para facilitar el drenaje.
- Tabla de bañera (figura 10). Facilita la transferencia en la bañera de forma cómoda. Suele disponer de un asidero antideslizante y de agujeros para facilitar el aclarado.
- Lavacabezas. Se emplea para personas encamadas, y lo importante es que permita una buena posición de hombros y cabeza y disponga de bordes dobles para evitar salpicaduras.
- Asideros de baño. Son barras de seguridad para facilitar el apoyo tanto en el baño como en la ducha. Es importante colocarlas en superficies lisas.
- Elevadores de inodoro (figura 11). Son asientos de plástico resistente para facilitar sentarse en el váter. Se dispone de modelos de 5, 10 y 15 cm de altura. Su colocación es sencilla y no es necesario quitar la tapa del baño original, ya que se acoplan sobre ella.
- Tiras antideslizantes. Se pueden adherir en el suelo para facilitar los desplazamientos y evitar las caídas.
Papel del farmacéutico en la prevención de caídas
Los farmacéuticos comunitarios son los profesionales sanitarios más accesibles de los servicios sanitarios. Su alta cualificación y competencia les permite no sólo evaluar los factores de riesgo de caída de las personas mayores, sino también ofrecer un asesoramiento efectivo en la prevención y en el uso correcto de ayudas técnicas.
La creciente incorporación de los servicios de ortoprotésica en las farmacias supone una mejora en la calidad asistencial, con un importante impacto en la salud de la población.
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